Ginebra (Jueves, 12-03-2020, Gaudium Press) Ante la nueva pandemia de coronavirus, comienzan a circular cada vez más las informaciones que dan cuenta de las ayudas celestiales contra las enfermedades humanas en el pasado.
Corría el año de 1832, y después de harta insistencia del cielo y de Santa Catalina Labouré, la medalla milagrosa comienza a ser distribuida con profusión, aupada también por la epidemia de cólera que asoló París en ese entonces. 20.000 personas allí morirían por causa de la terrible enfermedad, de cuyo tratamiento poco se sabía.
En ese siglo, la pandemia de cólera se había originado en el delta del Ganges, en la India. Pero desde entonces seis pandemias de cólera han matado a millones de personas en los cinco continentes.
A medida que se iba distribuyendo la medalla, los milagros obtenidos por la intercesión de la Virgen de la «medalla milagrosa» también se iban multiplicando. El apodo de ‘milagrosa’ le fue dado por el pueblo fiel, que veía entre otras cosas como la medalla que estaban distribuyendo las Hijas de la Caridad operaba prodigios contra el cólera, que solo podían ser calificados como de milagrosos.
La progresión de la difusión de la medalla fue ‘geométrica’. En junio de 1832 se distribuían las primeras 2.000. En otoño de 1834 ya se había difundido más de medio millón, en 1835 un millón, y en 1839 había más de 10 millones de medallas circulando en muchos lugares. Se afirma que cuando muere Santa Catalina, en 1876, ya se habían difundido más de mil millones de medallas milagrosas, la de la Nuestra Señora de las Gracias.
La historia registra -entre muchos- el caso de la pequeña Caroline Nenain, de apenas ocho años, que asistía a clases en la escuela de la plaza del Louvre. Ella era la única de su clase que no portaba la medalla milagrosa, y la única que se vio afectada de cólera. Sin embargo, tras serle impuesta la medalla, fue curada y pudo volver a sus estudios.
Se hacía entonces más que realidad lo que le había anunciado la Virgen a la propia Hermana Catalina: «Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con confianza».
Relata el P. Aladel, confesor de Santa Catalina y autor de «Noticia de la Medalla milagrosa» que «el Ilustrísimo Sr. de Quilen [ndr. Arzobispo de París] nos dijo varias veces que la había dado [la medalla] a muchos enfermos, a cuyo lecho le había conducido su ardiente caridad, y siempre con feliz resultado. Pero no satisfecha aún su piedad, hizo publicar estas maravillas en una Pastoral que dirigió a sus diocesanos a los 15 de Diciembre de 1836, con ocasión de consagrarse la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Loreto, en París. ‘Tenemos -dice en ella- el consuelo de haceros saber y deseamos que se sepa hasta en los últimos confines del orbe católico, cómo esta devoción ha echado en nuestra diócesis hondas raíces, y cada día se robustece y aumenta prodigiosamente por los enfermos que por ella recobran la salud, y cómo las gracias y favores se multiplican a medida que entre nosotros se acude a la tierna piedad de María concebida sin pecado».
La Virgen estaba curando, los cuerpos y las almas. Y lo sigue haciendo.
Con información de Hijasdelacaridad.net y la Organización Mundial de la Salud
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