Ciudad del Vaticano (Martes, 17-03-2020, Gaudium Press) El Papa Francisco continúa celebrando Misa en la Casa Santa Marta, transmitida en vivo, vía streaming, para manifestar su proximidad con los fieles que no pueden participar de la Eucaristía por causa de las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus.
Rezar por los enfermos y por sus familias
En la mañana de este lunes (16/03), durante la celebración Eucarística, para introducir la celebración, el Papa Francisco continuó rezando por los enfermos y las familias.
«Continuemos rezando por los enfermos. Pienso en las familias, encerradas en casa, los niños que no van a la escuela, los padres que tal vez no puedan salir; algunos estarán en cuarentena. Que el Señor los ayude a descubrir nuevos modos, nuevas expresiones de amor, de convivencia en esta nueva situación. Es una ocasión bella para reencontrar los verdaderos afectos con una creatividad en la familia. Recemos por la familia, para que las relaciones en la familia en este momento florezcan siempre para el bien.»
Homilía
En la homilía, Francisco comentó las lecturas del día, extraídas del segundo Libro de los Reyes (2 Re 5, 1-15) y del Evangelio de Lucas (Lc 4, 24-30). Fue la ocasión en que Francisco resaltó la necesidad de acoger la simplicidad de Dios para no caer en la soberbia.
El Pontífice comentó: En ambos textos que hoy la Liturgia nos lleva a meditar, hay una actitud que llama la atención, una actitud humana, pero no de buen espíritu: la indignación. Este pueblo de Nazaret comenzó a oír a Jesús, le gustaba cómo Él hablaba, pero después alguien dijo: «¿Pero este ahí estudió en cuál universidad? ¡Este es el hijo de María y José, este es el carpintero! ¿Qué viene a decirnos?» Y el pueblo se indignó. Entran en esta indignación. Y esa indignación los lleva a la violencia. Y aquel Jesús que admiraban al inicio de la predicación es lanzado fuera de la ciudad, para lanzarlo de lo alto del monte.»
Naamán también se indigna
Comentó el Papa Francisco sobre las referencias a Naamán en las lecturas: «Naamán era un hombre bueno, inclusive abierto a la fe, pero cuando el profeta le manda bañarse en el Jordán, se indigna. ¿Pero cómo es posible? ‘Yo pensaba que él vendría en persona, y, delante de mí, invocaría al Señor, su Dios, pondría la mano en el lugar infectado y me curaría de la lepra. ¿Por ventura los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No me podría yo lavar en ellos y quedar limpio?’ Y, volviéndose, se retiró encolerizado».
¿Qué lleva a la indignación?
«También en Nazaret hay personas buenas; ¿pero qué hay atrás de estas buenas personas que las lleva a esa actitud de indignación? Y en Nazaret peor: la violencia. Ya sea las personas de la Sinagoga de Nazaret, ya sea Naamã pensaban que Dios se manifestase solamente en lo extraordinario, en las cosas fuera de lo común; que Dios no podía actuar en las cosas comunes de la vida, en la simplicidad. Se indignaban de lo simple. Ellos se indignaban, despreciaban las cosas simples. Y nuestro Dios nos hace entender que él actúa siempre en la simplicidad: en la simplicidad, en la casa de Nazaret, en la simplicidad del trabajo de todos los días, en la simplicidad de la oración… Las cosas simples. Envés, el espíritu mundano nos lleva a la vanidad, las apariencias y ambas acaban en la violencia: Naamán era muy educado, pero golpea la puerta delante del profeta y se va.»
Indignación y Soberbia
Comentó el Papa: «La indignación es la actitud de los soberbios, pero de los soberbios pobres, de los soberbios con una pobreza de espíritu fea, de los soberbios que viven solamente con la ilusión de ser más que aquello que son.»
«Y siempre la indignación lo lleva a la violencia; ya sea a la violencia física, ya sea a la violencia de las maledicencias, que mata como la violencia física. Pensemos en esos dos pasajes: la indignación del pueblo en la sinagoga de Nazaret y la indignación de Naamán, porque no entendían la simplicidad de nuestro Dios.» (JSG)
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