Washington (Viernes, 20-03-2020, Gaudium Press) Aunque las fuertes medidas de las autoridades civiles y religiosas para contener la pandemia de COVID-19 pueden parecer únicas para millones de creyentes en Occidente, la verdad es que la vivencia de la fe sin acceso a los templos y los sacramentos ha sido una experiencia vivida por la Iglesia en numerosas regiones y épocas. Uno de estos ejemplos es la vida de la Iglesia Greco Católica Ucraniana bajo el régimen de la Unión Soviética que prohibió el culto de manera total e intentó sin éxito acabar con la vida de la Iglesia.
El culto privado a causa de la persecución permitió la superviviencia de la Iglesia Greco Católic Ucraniana y, en la actualidad, de numerosas comunidades perseguidas. Foto: Building Faith. |
«Para los católicos, la decisión de los Obispos de suspender la celebración pública de la misa es prácticamente desconocida», recordó en un artículo de análisis divulgado por Catholic World Report el editor de la plataforma católica Aleteia (en inglés), John Burguer. «La última vez que se cerraron iglesias como esta podría haber sido en 1918, ya que la ‘gripe española’ cobró cientos de miles de vidas. Lo que hace que las cosas sean diferentes esta vez es la abrumadora disponibilidad de Misas televisadas y transmitidas en vivo, desde Catedrales locales o Santuarios nacionales, o incluso desde parroquias locales».
Mucho más limitada fue la situación de los greco católicos ucranianos, quienes después de la ocupación soviética padecieron la supresión legal de su Iglesia, que tenía cerca de cuatro millones de miembros y más de 2.400 sacerdotes. «Para los líderes soviéticos, la lealtad de la Iglesia a Roma, una ‘potencia extranjera’, la oposición a la ideología soviética y el apoyo al nacionalismo ucraniano eran problemáticos», recordó Burguer. «Los Obispos de la Iglesia y muchos de sus sacerdotes fueron arrestados». Tras un falso concilio ortodoxo, se decretó la disolución de la Iglesia Greco Católica Ucraniana que, sin embargo, siguió practicando la fe en la clandestinidad.
Católicos sin templos
«Aquí es donde hay un paralelo interesante con la situación actual, donde los católicos están observando sus domingos, dispensados de la obligación de la Misa pero no del Cuarto Mandamiento de «guardar el sábado», en gran medida en la privacidad de sus hogares», indicó el analista. «A los greco católicos ucranianos también se les negó la Eucaristía, a menos de que se arriesgaran a asistir a una liturgia subterránea, ya sea en un área forestal remota o en una casa privada, a la que asistiría un sacerdote que podría ser arrestado y encarcelado si fuera atrapado. Otros sacramentos (bautismo, confesión, matrimonio e incluso órdenes sagradas) se llevaron a cabo subrepticiamente».
De una manera análoga a las transmisiones actuales de la Eucaristía o de momentos de oración, los creyentes perseguidos empleaban la radio de onda corta para escuchar Radio Vaticano, donde se transmitía semanalmente una Eucaristía en rito griego con una predicación en ucraniano. «Los católicos ucranianos tuvieron que cerrar sus puertas y cortinas mientras sintonizaban la señal de onda corta, bajaban lo suficiente el volumen para poder escuchar y responder a las oraciones», recordó el editor.
Mons. Sviatoslav Shevchuk, Arzobispo Mayor de la Iglesia Greco Católica Ucraniana relató a Burguer hace tiempo su testimonio personal de la persecución y recordó a sus mayores » rezando, arrodillándose, haciendo una comunión espiritual, escuchando al predicador». El ambiente de recogimiento en los hogares era ejemplar. «Estábamos parados, como en la Iglesia, frente a nuestros íconos y escuchando, cantando un poco. Y sabíamos que estábamos cumpliendo nuestra obligación no como una simple obligación externa sino como nuestra necesidad espiritual».
Toda esta generación de creyentes adquirió por necesidad el hábito de realizar una Comunión Espiritual en el momento en que en la Liturgia se distribuye la Sagrada Comunión. «Los católicos estadounidenses, obligados a ver transmisiones de Misa en televisión y en línea y hacer comuniones espirituales, bien podrían saber que tienen una especie de conexión espiritual con otros en la historia a quienes se les negó la Eucaristía por circunstancias más allá de su control», sugirió Burguer. «Pero no es solo historia pasada. Todavía hay cristianos en varias partes del mundo que deben lidiar con las restricciones gubernamentales, basadas no en la necesidad de detener una pandemia sino en la ideología. No es necesario buscar más allá de China, donde, irónicamente, se originó la pandemia de COVID-19».
«Justo el año anterior, en 2018, Beijing implementó nuevas Regulaciones sobre Asuntos Religiosos, prohibiendo efectivamente la enseñanza religiosa ‘no autorizada’, según la Comisión de los Estados Unidos sobre Libertad Religiosa Internacional. USCIRF informó una mayor represión de la llamada ‘Iglesia Católica clandestina’, creyentes fieles a Roma», recordó Burguer. «El testimonio proporcionado por fieles católicos ucranianos durante los años de la Guerra Fría sigue siendo una inspiración hoy. Y saber que todavía hay católicos fieles que dan testimonio de su fe en los países represivos puede ser una oportunidad para que los católicos estadounidenses ofrezcan sus oraciones en casa para los correligionarios que realmente no tienen iglesia».
Con información de Catholic World Report.
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