Redacción (Martes, 31-03-2020, Gaudium Press) Debido a la terrible persecución movida por los judíos contra los cristianos en Jerusalén, los fieles se dispersaron por diversas regiones, entre las cuales Antioquía, donde la Iglesia tuvo un extraordinario crecimiento.
Antioquía: la tercera ciudad del mundo
Al saber de esa auspiciosa noticia, los Apóstoles que habían permanecido en Jerusalén enviaron a Antioquía a San Bernabé, el cual «era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe» (At 11, 24).
Viendo cómo la gracia estaba actuando en las personas, él fue a la búsqueda de San Pablo, que se encontraba en Tarso, ciudad relativamente próxima de Antioquía. San Bernabé ya lo había presentado a los Apóstoles (cf. At 9, 27), y bien conocía sus excelentes cualidades.
San Pablo acompañó a San Bernabé y «pasaron un año entero trabajando juntos en aquella Iglesia, e instruyeron una numerosa multitud. En Antioquía, los discípulos fueron, por primera vez, llamados con el nombre de ‘cristianos'» (At 11, 26). Pero los judíos empedernidos, por desprecio de Cristo, los llamaban de nazarenos (cf. At 24, 5).
Antioquía – actual Antaquía, en Turquía – tenía más de 500 mil habitantes. Era la tercera ciudad del mundo, rivalizando con Alejandría y la propia Roma; se tornó el centro intelectual de Oriente.
San Pablo censura al primer Papa
La Iglesia de Antioquía se tornó «cuartel-general de operaciones de los primeros misioneros del mundo pagano». Hasta la fundación de Constantinopla por Constantino (s. IV), Antioquía fue la capital cristiana de Oriente.
El Príncipe de los Apóstoles se dirigió a Antioquía y allí permaneció durante siete años. Él fue el primer Obispo de Antioquía.
Luego después de haber llegado a Antioquía, «por miedo de los de la circuncisión» (Gl 2, 12), o sea, de los judaizantes, el primer Papa tomó actitudes ambiguas en materia disciplinaria, que podían generar confusión doctrinaria y perjudicar a los fieles.
Entonces, San Pablo se opuso abiertamente a San Pedro, «pues merecía censura» (Gl 2, 11). El Apóstol de las gentes no practicó un acto de rebeldía, sino de unión y amor fraterno. Y el Príncipe de los Apóstoles cedió con humildad ante los argumentos del Apóstol.
Martirio de Santiago el Mayor
El Rey Herodes Agripa I gobernaba Palestina y se puso a perseguir a los cristianos, para agradar a los judíos. Ese monarca era nieto de Herodes Idumeu – denominado el Grande -, que ordenó la matanza de los inocentes, sobrino de Herodes Antipas, el cual mandó cortar la cabeza de San Juan Bautista.
Santiago el Mayor, hermano de San Juan Evangelista, fue a España a predicar el Evangelio. Cierto día, estando descansando en las márgenes del Río Ebro, en las proximidades de Zaragoza, Nuestra Señora, que estaba viva, se le apareció sobre un pilar, el cual Ella dejó allí como prueba de su protección perpetua a España.
Habiendo regresado a Jerusalén, él fue decapitado por orden de Herodes Agripa I. Sus discípulos llevaron a España su cuerpo, el cual se encuentra en la Catedral de Santiago de Compostela.
En 834, en lo más ardiente de una batalla de los católicos contra los mahometanos, en Clavijo (España), San Santiago el Mayor apareció montado en un caballo blanco, fustigó a los musulmanes con su espada y los dispersó con la rapidez del rayo. Pasaron, entonces, a llamarlo «El Caballero Matamoros».
Respecto a la Catedral de Santiago de Compostela, afirma Dr. Plinio Corrêa de Oliveira:
«Es difícil existir lugar más sagrado y más venerable que Compostela. […] El lugar más bendecido del Santuario es, a mi ver, la cripta donde se encuentran los despojos de San Santiago el Mayor. La urna funeraria en que están conservados es, en verdad, una bella y rica imagen del Apóstol, labrada en oro y piedras preciosas, con trazos de inspiración todavía pre-gótica.»
El Príncipe de los Apóstoles se dirige a la casa de San Marcos
Además de mandar matar a Santiago el Mayor, Herodes Agripa I lanzó a San Pedro a la prisión, «guardado por cuatro turnos de cuatro soldados» (At 12, 4).
A la noche, mientras el primer Papa dormía entre dos soldados, preso con dos cadenas, un Ángel se le apareció, hizo caer las cadenas y lo condujo afuera, pasando por dos grupos de guardias. Llegando al portón de hierro que daba para la calle, el Ángel lo abrió, condujo a San Pedro hasta otro lugar y desapareció.
Así que pudo hacerse cargo de sí, San Pedro se dirigió a la casa de la madre de Juan Marcos, el futuro San Marcos evangelista, causando inmensa sorpresa a las personas que allí se encontraban rezando. Esa señora era probablemente viuda en esa época y poseía cierta fortuna.
Pero luego después San Pedro fue a otro lugar (cf. At 12, 6-17). Según muchos historiadores, él viajó para Roma. «Este fue el primer viaje del Príncipe de los Apóstoles a la capital del Imperio, más de veinte años antes de su muerte.» Posteriormente, volvió a Jerusalén al primer Concilio de la Iglesia (cf. At 15, 7 e s).
Herodes Agripa es carcomido por los gusanos
Al saber que San Pedro no estaba más en la prisión, Herodes mandó buscarlo en toda la ciudad, pero no lo encontraron. Después de someter a interrogatorio los guardias, ordenó que ellos fuesen ejecutados.
Algún tiempo después, Herodes Agripa, en Cesarea, organizó en un teatro una gran fiesta en honor al Emperador Claudio. Usando traje real, sentado en una tribuna, profirió un discurso, y el pueblo comenzó a aclamar: ¡Esta voz es de un dios, no de un hombre!
«Pero, inmediatamente, el Ángel del Señor hirió Herodes, porque no dio a Dios la debida honra. Y Herodes expiró, carcomido por los vermes» (At 12, 22-23). Eso hace recordar el impío Rey Antíoco Epifanes – siglo II a. C -, que saqueó el Templo y allí instaló una estatua de Júpiter. Castigado por Dios, él murió de esa misma horrible enfermedad (cf. II Mac 9, 5-9).
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História da Igreja» – 8)
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1-DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église depuis la Création jusqu’à nos jours. Paris : Louis Vivès. 1869. v. V, p. 398.
2-LLORCA, Bernardino. Historia de la Iglesia Católica – Edad Antigua. 6. ed. Madri: BAC, 1990, v. I, p. 77.
3-Cf. Idem, ibidem, p. 172.
4-Cf. DARRAS, op. cit., p. 404.
5-Cf. LLORCA, op. cit., p. 132.141.147.
6-Cf. RIBEIRO, Jannart Moutinho. Vida dos Santos. São Paulo: Editora das Américas. 1959. v. 13, p. 338.
7-CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Admirável continuidade de bênçãos. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano IV, n. 40 (julho 2001), p. 34.
8-Cf. FILLION, Louis-Claude. La sainte Bible avec commentaires – Actes des Apotres. Paris: Lethielleux.c. 1889, p. 695.
9-FILLION, op. cit., p. 696.
10-Cf. FILLION, op. cit., p. 697.
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