Florencia (Miércoles, 15-04-2020, Gaudium Press) Cuando Osamu Giovanni Micico dejó Japón para estudiar de cerca las obras maestras de los artistas italianos no sospechaba que encontraría algo más valioso que la excelencia artística: la fe que inspiró las obras maestras que admiraba. Ahora, realiza él mismo obras de arte sacro en las que comunica ese mismo tesoro hallado de manera providencial.
«Santa Madre del Dolor y la Esperanza», obra de Micico donada a la Arquidiócesis de Nagasaki, Japón. Foto: CNA. |
«Cuando llegué a Italia, la pintura era el único camino para mí», relató Micico a CNA. «Gracias a Dios, también es donde Dios me concedió mi renacer espiritual». Su vocación artística, pospuesta por estudios de ciencias, lo llevó finalmente a Italia en 2008, a sus 37 años de edad. Allí estudió las obras de maestros como Miguel Ángel y Leonardo da Vinci.
Al copiar las obras, comenzó a sentir curiosidad por los personajes e historias representados. Al preguntar a un amigo católico, el artista Dany MacManus, sobre el significado de las imágenes, comenzó a aprender los contenidos de la fe de manera similar a la de muchas personas en siglos pasados que no tenían acceso a los libros pero podían apreciar en las obras de arte verdaderos compendios de fe. Luego MacManus lo invitó a una conferencia sobre la doctrina de San Juan Pablo II, cimentando una fuerte impresión que marcó el inicio de su camino hasta su Bautismo en 2010.
«El arte fue la entrada. Creo que incluso sin palabras, como con la música de Bach, uno puede intuir la belleza de un Creador», indicó Micico. «En última instancia, Dios misericordioso fue representado en la pintura … Eso fue lo que me habló». El camino de su fe lo llevó a crear obras de arte sacro que pueden ser el camino de entrada a otras personas al arte de la fe. «Quería difundir estas Buenas Nuevas usando el mismo medio. Estoy seguro de que hay muchas personas que serán tocadas por el arte sacro contemporáneo».
Con información de Catholic Herald.
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