Ciudad del Vaticano (Miércoles, 15-04-2020, Gaudium Press) En la mañana de este martes de la Octava de Pascua, el Papa Francisco volvió a presidir la Misa en la Casa Santa Marta. En la introducción de la celebración, Francisco invitó a que se rezase «a fin de que el Señor nos conceda la gracia de la unidad entre nosotros».
Convertíos y cambiad de vida
En la homilía, Francisco comentó la primera lectura, un trecho extraído de los Hechos de los Apóstoles (At 2,36-41), en que Pedro afirma delante de los judíos que Dios constituyó Señor y Cristo a aquel Jesús que ellos habían crucificado. Francisco recordó que esas palabras de San Pedro llevaron a que muchos se sintiesen tocados en sus corazones y se convirtiesen: «La predicación de Pedro, en el día de Pentecostés, traspasa el corazón de las personas: ‘Aquel que vosotros crucificasteis, resucitó'». «Cuando oyeron eso, ellos quedaron con el corazón afligido, y preguntaron a Pedro y a los otros apóstoles: ‘Hermanos, ¿qué debemos hacer?'» Y Pedro les dijo: «Convertíos. Convertíos. Cambiad de vida. Vosotros que recibisteis la promesa de Dios y vosotros que os distanciasteis de la Ley de Dios y de tantas cosas vuestras, en medio a ídolos, y tantas cosas…»
Convertirse es volver a la fidelidad
A seguir, basándose en las palabras de San Pedro, «Convertíos. Volved a la fidelidad», Francisco comentó lo que viene a ser «convertirse»:
«Convertíos. Volved a la fidelidad». Convertirse es eso: volver a ser fieles. La fidelidad, aquella actitud humana que no es tan común en la vida de las personas, en nuestra vida. Siempre hay ilusiones que atraen la atención y muchas veces nosotros queremos ir atrás de esas ilusiones. La fidelidad, en los buenos tiempos y los tiempos malos.»
La mala seguridad nos distancia del Señor
Para continuar con su pensamiento, Francisco comentó que «muchas veces, cuando nos sentimos seguros comenzamos a hacer nuestros proyectos y lentamente nos distanciamos del Señor, no permanecemos en la fidelidad. Y mi seguridad no es la seguridad que el Señor me da. Es un ídolo».
El Pontífice, entonces, pregunta: «¿Pero la seguridad en sí es mala? No, es una gracia. Tener seguridad, pero tener seguridad también de que el Señor está conmigo». Y luego él explica que «cuando se tiene la seguridad y yo me coloco en el centro, me distancio del Señor, (…) me torno infiel.»
«Es muy difícil conservar la fidelidad», afirmó el Papa, la historia, no solo la de Israel «está repleta de infidelidad. Repleta. Repleta de egoísmos, de seguridades propias que hacen que el pueblo de Dios se distancie del Señor, pierda aquella fidelidad, la gracia de la fidelidad».
Francisco aplica esa enseñanza a nuestros días. Él dijo que también entre nosotros la fidelidad no es una virtud tan difusa, no se es fiel.
Por eso, recordando las palabras «Convertíos, volved a la fidelidad al Señor», el Pontífice recomendó, al finalizar su homilía:
«Pidamos hoy al Señor la gracia de la fidelidad, de agradecer cuando Él nos da seguridad, pero jamás pensar que son «mis» seguridades, y siempre, mirar para más allá de las propias seguridades; la gracia de ser fieles también delante de los sepulcros, delante de la derrocada de tantas ilusiones. La fidelidad, que siempre permanece, pero no es fácil mantenerla. Que sea Él, el Señor, a conservarla.» (JSG)
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