Bogotá (Lunes, 23-11-2009, Gaudium Press) «En los asuntos mundanos, anunciar la soberanía de Cristo. Si estamos con Él, quien contra nosotros», proclamó el Secretario de la Conferencia Episcopal Colombiana, Mons. Juan Vicente Córdoba, en la homilía pronunciada durante la eucaristía de apertura del Encuentro «La Belleza de ser cristianos», que reunió a representantes de numerosos movimientos apostólicos y grupos laicales en la capital colombiana el domingo pasado.
«El reconocimiento de los pecados es una consecuencia, va después. Lo primero es reconocer la acción salvadora de Dios». Con estas palabras Mons. Córdoba dio inicio a la homilía, en la fiesta de Cristo Rey, que también se conmemoraba ese día. Ella tuvo como eje central la forma en que se ejerce la acción salvadora divina, instauradora del reinado de Cristo.
«Hay dos maneras de concebir un reinado. Una es la del hombre autosuficiente, que ejerce su gobierno en contraposición a los designios de Dios. Es el reinado del egoísmo, de la codicia, de la soberbia. La soberbia es quitar a Dios del trono. El egoísmo es querer que el mundo gire en torno a mí. La codicia es querer todo para mí. San Pablo llama al pecado codicia. ¿Qué es el pecado? Es la codicia. El Espíritu del Mal sabe que somos vulnerables a la codicia. El Pecado Original es un ‘doctorado’ en codicia», afirmó el prelado.
«El otro tipo de reino es el de Cristo, modelo del verdadero liberador – agregó -. Maravilloso misterio aquel de la encarnación: el infinito que se hace finito, para ayudarnos a sobrellevar, con el ejemplo de su humildad, nuestra codicia, nuestro egoísmo y nuestra soberbia. Un Dios que es amor, un amor desinteresado, total.»
Estas son las características del Reinado de Cristo: «El Reinado de Cristo es el reinado del servicio, de la entrega, el reinado de aquel que todo lo sufrió por amor. Un amor que no temía. Los apóstoles temieron porque no amaron. Después vino el Espíritu Santo, Espíritu de amor, y todos murieron dando testimonio de Cristo.»
«Las buenas madres son así, ellas muchas veces son locas, locas de amor. Así es nuestro Padre Dios con nosotros, de un amor total, y a eso nos convoca. Eso fue lo que hizo con los apóstoles les lavó los pies para enseñarles el reinado del servicio», dijo el obispo.
El Reino de Cristo y los Reinos de este mundo
Monseñor Córdoba ejemplificó en su homilía las diferencias entre el Reinado de Jesucristo, y los reinos que se han querido construir en contravía de los principios cristianos.
» ‘Mi reino no es de este mundo’, explicó Jesucristo a Pilatos. Quién habla hoy del reinado de Roma. Los historiadores, quienes visitan las ruinas del imperio, muchas de ellas plenas de gatos… ¿Quién habla del reinado de Jesucristo? Todo el mundo.»
«Cuando Napoleón secuestró a Pio VII, quiso obligar a este Papa a que pusiera la corona imperial en sus sienes. Siendo forzado a ello, el Papa no dejó de declarar que estaba siendo intimado, y que solo reconocía la realeza de Jesucristo. Pocos días antes de morir, exilado en Santa Helena, Napoleón declaraba que había sido vencido por un rey sin ejércitos, que predicaba un reino de amor.»
«Un caso más reciente es el del mariscal Tito, quien rigió Yugoeslavia. Un día Tito declaró que Dios había muerto en Yugoeslavia. Prohibió las imágenes, destruyó iglesias. El final del su vida fue terrible, un cáncer le carcomió las dos mandíbulas, un fétido hedor anunciaba su presencia. Décadas después de muerto Tito, hoy, en lo que era la antigua Yugoeslavia, abundan las vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada. ¿Y dónde está Tito?», expresó Mons. Córdoba.
Anunciar a Cristo en las realidades temporales
El Secretario de la Conferencia Episcopal llamó a los presentes a anunciar el reinado de Cristo. «Ustedes los laicos son los encargados de llevar a Cristo a las realidades temporales». El laico debe anunciar a Cristo en la empresa, en la justicia. «Al clero le corresponde administrar la gracia y pastorear al rebaño. A ustedes les corresponde llevar el evangelio al mundo. Llevar el Reino de Cristo a las cosas temporales, hacer que Cristo reine, con su presencia testimonial, con la conformación de una sociedad cristiana. Una familia donde Cristo reine, donde Él sea el soberano. En los asuntos mundanos, anunciar la soberanía de Cristo. Si estamos con Él quien contra nosotros.»
Finalmente el prelado reafirmó la indefectibilidad de la Iglesia, pues «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.»
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