Curitiba (Lunes, 14-12-2009, Gaudium Press) Propia a este tiempo litúrgico de Adviento, y la proximidad de la fiesta del nacimiento del Niño Jesús, el arzobispo metropolitano de Curitiba, estado de Paraná, Brasil, Mons. Moacyr José Vitti, dejó un mensaje a los lectores de Gaudium Press, en el cual resalta la importancia y la magnitud de la Navidad.
«Durante las fiestas de Navidad, la palabra que escuchamos con mayor frecuencia ciertamente es la paz. Y María nos es presentada como aquella que generó al Príncipe de la Paz. Nosotros sabemos que, junto con la leche, las madres transmiten también la primera educación a los hijos», afirma en el mensaje.
Mons. Moacyr continúa diciendo que las enseñanzas recibidas de las madres nunca son olvidadas porque son transmitidas con amor y delicadeza, besos, caricias y palabras suaves.
«Las madres deben estar conscientes que aquello que hacen es muy importante, que es una marca lo que dicen y enseñan a sus hijos. Estos, antes de hablar, ya están aprendiendo de sus gestos, de sus sonrisas, de sus miradas», resalta.
Según el arzobispo curitibano, María es el modelo de todas las madres y su hijo fue un hombre de paz que solo tuvo palabras y gestos de amor, de reconciliación y de apoyo hacia los otros.
Para el prelado, las madres cristianas deben saber que depende, sobre todo de ellas, que en el mundo haya siempre más hombres que quieran ser constructores de la paz.
Sin embargo, Mons. Moacyr destaca en el mensaje el hecho de que el corazón del hombre es un corazón corrompido, que desea poseer aquello que pertenece al otro: sus bienes, su trabajo, su mujer.
«Todos los días nosotros constatamos que el corazón del hombre está inclinado hacia el mal, el egoísmo. Desea poseer dinero, no solo para vivir de una manera digna, para educar a los hijos, para comprar lo que es necesario y útil para la vida, sino para satisfacer todos sus caprichos».
El arzobispo de Curitiba concluye su mensaje diciendo que todo esto sucede porque en estas personas Dios no está presente. «Es por esta razón que lo invocamos más fuertemente en Navidad y al comienzo de cada nuevo año, pues es en el niño Jesús, Príncipe de la Paz, que nace en la simplicidad de una pesebre, que renaceremos como hombres nuevos, empeñados en vivir en un mundo mejor».
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