Recife (Jueves, 24-12-2009, Gaudium Press) En el mensaje de Navidad, divulgado al inicio de esta semana, el arzobispo de Olinda y Recife, Mons. Antonio Fernando Saburido, dice que desde niños nos acostumbramos a vivir la Navidad como una fiesta de alegría y abundancia, con todo «como ciudadanos conscientes y cristianos sufrimos por tantos hermanos y hermanas que no pueden disfrutar de estos mismos sentimientos y experiencias». Para el prelado, la situación de miseria en que viven tantos hijos e hijas de Dios contradice el verdadero espíritu de la Navidad; y es una situación que incomoda a todos. Con eso «crecen la inseguridad y el miedo, en varias regiones de nuestro país y del mundo». Mons. Saburido ve una incoherencia en el progreso técnico e intelectual ocurrido en el mundo porque, «si por un lado avanzan el conocimiento y la tecnología, por otro, aumentan la ambición, el egoísmo y la falta de respeto a los pobres y excluidos».
La solución para nosotros, cristianos, según el arzobispo, se encuentra en el niño frágil, pobre y rechazado que celebramos en la Navidad. Ella es la verdadera seguridad. «El niño Dios fue, es, y será la esperanza del mundo», afirma el obispo. Y si todavía existen sentimientos individualistas, que generan situaciones desiguales es, de acuerdo con el arzobispo, justamente «porque el mensaje de Jesús no alcanzó todos los corazones».
Según Mons. Saburido, las previsiones son más desalentadoras todavía, o sea, es difícil ver una mejoría a corto plazo, cuando se observa el crecimiento de la autosuficiencia de los individuos, grupos y naciones, así como la ausencia de prioridades políticas que ayuden a la superación de los problemas sociales más urgentes: educación, salud, desempleo, habitación, violencia, flagelo de la sequía y de la mala distribución de la renta.
En este contexto «la fuerza del cristiano es exactamente la fragilidad del niño que celebramos en la Navidad». Según Mons. Saburido, es necesario buscar el bien común, el fortalecimiento de la unidad, superando las diferencias políticas, sociales y religiosas. Por lo tanto, «es necesario un esfuerzo persistente», dice.
El tiempo de Adviento, que ayuda a todos en la preparación de la Navidad, es la ocasión propicia, según el prelado, para tomar una actitud valiente delante de los desafíos que surgen. Para instar a los cristianos a actuar de manera correcta a fin de minimizar los problemas sociales existentes en el País y en el mundo, el obispo cita el mandato misionero de Jesucristo, asumido por la Iglesia Católica en Brasil: «Anunciar el Evangelio con renovado ardor misionero, testificando a Jesucristo, en comunión fraterna, a la luz de la evangélica opción preferencial por los pobres, para formar el pueblo de Dios y participar de la construcción de una sociedad justa y solidaria, al servicio de la vida y de la esperanza en las diferentes culturas, camino al Reino definitivo». Conforme el arzobispo, éste es un mensaje bien claro y osado.
Al final de su mensaje, Mons. Saburido afirma que, después de su ausencia de cuatro años en la arquidiócesis de Olinda y Recife – en el 2005, dejó el cargo de Obispo auxiliar de la arquidiócesis de Olinda y Recife para asumir la diócesis de Sobral, en Ceará -, es con intensidad que él vive la primera Navidad como arzobispo e invoca «sobre los casi cuatro millones de habitantes de esta querida Iglesia Particular, las bendiciones del Señor». Invita también a todos a acoger al «Hijo de Dios» en el corazón y a comprobar el gesto por medio de prácticas cristianas siempre pensando en los «pequeños».
El prelado aprovechó la ocasión también para, en Navidad del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, pedir a Dios «que nuestra Arquidiócesis se torne, cada vez más, misionera y servidora, conforme orienta la V Conferencia del Episcopado Latino-Americano y Caribeño, de Aparecida».
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