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Santiago (Domingo, 27-12-2009, Gaudium Press) Miles de feligreses repletaron la mañana del viernes 25 la Catedral Metropolitana para participar de la tradicional Misa de Navidad. La solemnidad fue encabezada por el Arzobispo de Santiago, cardenal Francisco Javier Errázuriz, y concelebrada por diversos obispos, sacerdotes y seminaristas del clero diocesano.
En su Mensaje de Navidad 2009, el Cardenal reflexionó en torno a los relatos del Evangelio que se refieren al nacimiento de Jesús y aquellos que narran su Pascua, afirmando que son «relatos sumamente dinámicos», ya que se aprecia en ellos las numerosas intervenciones de Dios, manifestando su bondad y sabiduría.
«El cielo se pone en movimiento cuando Jesús va a venir a la tierra», indicó. De este modo la Santísima Trinidad envió dos veces al arcángel Gabriel para preparar la venida de Jesucristo; primero visitó a Zacarías y luego a la virgen María en Nazaret. «Mucho le importaba a Dios dejar en claro que cuanto sucedería, sería fruto de su intervención poderosa, gratuita y extraordinaria, y no de un simple acontecer humano», explicó el prelado.
Luego agregó que al aceptar María el plan sabio de Dios, «al instante se abrieron las puertas ampliamente para dejar pasar al mismo Hijo de Dios, que se llamaría y sería Jesús, es decir, Dios salva. Quería poner su tienda entre nosotros. Para ello quiso ser hijo de María, y ser igual a nosotros en todo, menos en el pecado, llegando a ser -¡cosa inaudita!- nuestro propio hermano».
Así también María -afirmó el cardenal- se puso en movimiento y partió a la casa de Zacarías a visitar a suprima Isabel; y al entrar en ella, descendió el Espíritu Santo. «Irrumpió como Espíritu de Dios que crea comunión, suscita la fe, y proporciona abundante gozo y gracia que santifica. Él mismo hizo exultar de alegría a María, madre de Jesús, e inspiró su gratitud y su canto, el Magnificat», destacó.
Una de las fiestas más grades del año
En su Mensaje, el Cardenal Errázuriz se cuestionó sobre el verdadero sentido de esta celebración, afirmando luego que Jesucristo con su venida, selló una alianza entre los hombres con Dios y entre ellos. «Los apóstoles supieron que era el Pan bajado del cielo, que había venido a darnos vida, vida nueva en abundancia. Lo experimentaron como Aquél que tiene palabras de vida eterna, y que nos amó hasta el extremo de dar su vida por nosotros, para sellar una alianza viva y definitiva con Dios, nuestro Padre, y entre nosotros: una alianza de reconciliación, de amor y de paz», manifestó.
«Con razón la celebración de Navidad es una de las fiestas más grandes del año», aclamó, ya que «es el Padre de los cielos quien nos llena de regalos en su don maravilloso, en su Hijo, nuestro hermano y liberador, nuestra alegría y nuestra felicidad. Es Dios, que vino a ser nuestro servidor, para que viviéramos como peregrinos con vocación de cielo. No deseamos otros bienes con mayor anhelo que aquellos que Él nos trae: su luz asombrosa, llena de verdad, que nos saca de los tropiezos de la oscuridad, el amor generoso y el perdón gratuito de Dios, la reconciliación, la fraternidad y la solidaridad entre nosotros, la vida colmada de amor, generosidad y paz»
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