Ciudad de El Alto (Miércoles, 06-01-2010, Gaudium Press) Dentro de la Iglesia católica existen diversas figuras ministeriales. Entre ellas se encuentra el diaconado permanente, que se configura como una opción de entrega generosa a la comunidad.
El Santo Padre Juan Pablo II durante su discurso en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero (1995) expresó que «la vocación del diácono permanente es un gran don de Dios a la Iglesia y constituye, por esto, ′un enriquecimiento importante para su misión′ (CIC, n. 1.571) (…). Lo que se refiere a la vida y al ministerio de los diáconos podría resumirse en una sola palabra: fidelidad. Fidelidad a la tradición católica (…), fidelidad al magisterio y fidelidad al compromiso de reevangelización que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia».
Así, y haciendo referencia a la importancia de este ministerio eclesial, la Diócesis de El Alto – Bolivia, ha publicado la Carta Pastoral sobre el Diaconado Permanente.
Según monseñor Jesús Juárez Párraga, obispo de la Diócesis de El Alto, en diálogo con Gaudium Press, «esta carta es de vital importancia porque habla sobre la figura del diácono permanente, quien debe servir en el campo y la ciudad, así como de la identidad del diácono en su vida».
Para Monseñor Juárez, la presencia de los diáconos es vital, «porque todas las comunidades de las parroquias bolivianas necesitan lideres animadores de la palabra de Dios, porque el servicio que prestan los diáconos permanentes permite visibilizar a la Iglesia en el servicio a la caridad, el servicio a la liturgia de la palabra y la inculturación del evangelio».
Una de las reflexiones esenciales dentro de esta carta pastoral, es lo relacionado con la identidad de quienes ejercen este ministerio eclesial. Para el prelado, es necesario comprender «que el diácono permanente tiene una identidad propia, no es un mini sacerdote o sustituto», explicó.
Dicha identidad, aclara Monseñor, posee unas características fundamentales: el servicio a la caridad, el servicio a la inculturación del evangelio, el servicio a la palabra de Dios y la liturgia, y el servicio a la comunidad cristiana.
También la carta permite «volver a meditar sobre los criterios para la elección de los diáconos permanentes», agregó Monseñor.
Actualmente la diócesis de El Alto es la que más diáconos permanentes posee dentro de la Iglesia boliviana. Con un grupo de 27 diáconos ordenados y 16 en proceso de formación, las comunidades católicas de dicha jurisdicción diocesana reciben este importante servicio para la evangelización, el cual brinda un apoyo fundamental en las zonas rurales.
A manera de reflexión
Monseñor Juárez, recuerda que en la Epístola a los Romanos, capítulo 16, el Apóstol San Pablo saluda de manera especial a Febe. «Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas. Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo», dice el texto bíblico.
También, el prelado hace referencia al trabajo mancomunado (hombre y mujer) dentro de la población Aymara, la cual cuenta con una importante representación en «El Alto», ciudad ubicada en el departamento de la paz.
Con las anteriores referencias, se hace una reflexión sobre la importancia de la participación de la mujer dentro de la Iglesia católica, especialmente frente al papel de esposa del diácono permanente.
Monseñor comenta que «en la Diócesis de El Alto, han venido reflexionando sobre la posibilidad de un mayor acompañamiento por parte de la esposa del diácono permanente, en la misión evangelizadora de este servidor. Reflexionando además sobre ¿qué ministerio podría tener ella?, para la evangelización, participación y responsabilidad dentro de la Misión de la Iglesia».
Esta reflexión no es la exploración sobre una ‘diaconía femenina’, claramente excluida por el código de derecho canónico (cn. 1024), el cual recoge la práctica constante y universal de la Iglesia. Es llanamente, la reflexión sobre el importante papel que cumple y puede cumplir el cónyugue del diácono permanente, con quien forma «una sola carne» (Gn 2, 24).
Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M.
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