viernes, 22 de noviembre de 2024
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Obispo auxiliar de San Cristóbal de las Casas, en México, explica el sentido de la celebración del Bautismo del Señor

Ciudad de México (Viernes, 08-01-2010, Gaudium Press) El próximo domingo el Santo Padre y junto con él la Iglesia universal conmemora el Bautismo del Señor. Con tal motivo monseñor Enrique Díaz Díaz, obispo auxiliar de San Cristóbal de las Casas en México, ha emitido un documento en que expresa muy oportunas consideraciones sobre esta celebración.

«Tú eres mi hijo, el predilecto» (Lc, 3, 22). Esta frase del Evangelio, integrante de la liturgia de la fiesta a celebrarse, fue aplicada no solo al Redentor sino a cada hombre por Mons. Díaz, en la homilía de la celebración del año anterior, con notable fruto apostólico:

«Hace un año, celebrábamos la fiesta del Bautismo del Señor, y resaltábamos la importancia de ser hijos de Dios. Después de casi un mes, se acercó a mí una mujer, de aproximadamente treinta años de edad, y me comentó: ‘Vengo a darle las gracias. El once de Enero, estaba yo completamente decepcionada. Las fiestas de Navidad en lugar de llenarme de alegría me sumieron en una profunda depresión y ya había decidido quitarme la vida. No le veía sentido, me sentía inútil, despreciada, sucia, sin valor. Ni sé por qué vine a la catedral. Usted insistió varias veces que hoy Papá Dios nos repetía a cada uno de nosotros: ‘Tú eres mi hijo amado, mi hija amada’. No sabe cómo penetraron esas palabras en mi corazón y tomé la decisión de enfrentar la vida como viniera puesto que Dios me amaba. Todavía me llegan las depresiones y no supero bien mis crisis, pero recuerdo esas palabras y me ayudan mucho. Gracias.’ Yo no recuerdo mucho qué dije ese día, ni he sabido qué sucedió después con esta persona, solamente sé que si pensamos seriamente en que somos hijos de Dios y que Él nos ama, nuestra vida tendrá otro sentido», expresa el obispo.

El bautismo de Cristo: revelación como Hijo de Dios

Tras recordar que con la celebración del Bautismo de Señor se cierra el ciclo de la Navidad, Mons. Díaz declara que esta fiesta «nos muestra por una parte su vinculación y hermanamiento con todos los hombres que en el Bautismo de Juan buscaban el arrepentimiento y la conversión, pero por otra es la revelación de Jesús como Hijo de Dios y enviado del Espíritu Santo. Así al mismo tiempo que asume el bautismo de Juan, con agua, para la purificación según el uso judaico antiguo, muestra la gran diferencia del bautismo según el Espíritu, que transforma el corazón, dando una vida nueva. El Espíritu revela la verdadera identidad de Jesús y marca cuál es su misión en la historia.»

La majestad del Bautismo de Cristo es expresada de forma plena por la propia escritura. Asimismo, la manifestación del amor a Cristo que allí se contiene es la causa eficiente del amor de Dios que -a través de Cristo- se derrama a todos los hombres:

«Aunque ya Juan el Bautista lo proclamaba como ‘otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias’, es la voz del Padre Celestial y la confirmación por la presencia del Espíritu quienes dan la plena manifestación de la persona y de la tarea de Jesús. La declaración ‘Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco’, ratifica la misión que realizará Jesús en la historia de la salvación. Jesús se compromete con entera libertad en la obra de Dios Padre, camina en la construcción de un Reino nuevo, donde los pobres y los olvidados tienen un lugar especial.»

«El sentido del bautismo de Jesús es insertarse en el Proyecto de Dios Padre que quiere que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Pero estas palabras y este proyecto no quedan sólo en Jesús, se extienden a todo ser humano que debe reconocerse y reconocer a los hombres y mujeres como ‘hijos predilectos de Dios’. Si nos miramos con verdaderos hijos de Dios no podemos tener complejos de inferioridad ni arrastrar a cuestas una vida considerada inútil. Si reconocemos que tenemos la dignidad de ser hijos de Dios, ahí radica toda la fuerza y vitalidad del creyente. Pero también nos compromete en el reconocimiento de los demás como verdaderos hijos de Dios con quienes tenemos que construir su sueño y su plan de salvación. Por eso, cuando realmente nos reconocemos como hijos de Dios, son absurdas tantos las tentaciones del desaliento, como las discriminaciones e injusticias en contra de los que participan de la misma filiación divina», afirma el prelado.

«¿Qué sentido le hemos dado a nuestro bautismo? ¿Cómo estoy viviendo mi dignidad de Hijo de Dios? ¿Cómo construyo mi comunidad a semejanza del Dios Trino de cuya vida participamos por el bautismo? ¿Cómo respeto mi persona y la de los demás, sabiendo que es templo del Espíritu Santo?»: Con estas preguntas conclusivas, el obispo de San Cristóbal de las Casas convoca a todos los fieles a renovar su fe en la altísima dignidad conferida por el bautismo, y en los altos deberes que ella comporta.

Gaudium Press / S. C.

 

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