Caracas (Jueves, 21-01-2010, Gaudium Press) Venezuela, al igual que otros países de la región latinoamericana, está a las puertas del Bicentenario de Independencia. Frente a tan importante celebración en la que se conmemoran doscientos años de luchas, sueños, construcciones sociales, políticas, económicas, educativas, religiosas, entre otras, la Iglesia católica de ese país, en vos de sus Arzobispos y Obispos, comparte con los ciudadanos venezolanos la «Carta pastoral sobre el Bicentenario de Independencia».
El documento, publicado por la Conferencia Episcopal Venezolana, hace un importante recorrido por aspectos fundamentales del desarrollo, así como por los difíciles obstáculos que ha afrontado en el pasado y los que asume en el presente este país suramericano.
«Consideramos, por tanto, nuestro deber y derecho, compartir con toda la comunidad nacional, algunas reflexiones y orientaciones, a propósito de las fechas nacionales bicentenarias que nos disponemos a celebrar (…) por ello, la Iglesia, con humildad, no teme declarar que cuando anuncia a Jesús y su Evangelio no lo hace con un saber que compite con otros y menos aún desde una «ideología» que oprime o excluye. Cuando denuncia injusticias o indignidades, no condena a la persona o se opone a la legítima autoridad, sino que cuestiona excesos o distorsiones arbitrarias. Asimismo, al convocar, animar u organizar obras y servicios, ‘no hace política’, invadiendo esferas ajenas, sino que actúa, espiritual y moralmente comprometida, a favor de la persona toda: cuerpo, mente, espíritu», expresa la carta.
De este modo y haciendo referencia a la histórica Acta Solemne de Independencia, los prelados recuerdan el gran sueño que profesaron los próceres de la patria venezolana.
Herederos de una tradición cristiana
«Los padres fundadores de la patria, herederos de una tradición cristiana que ya contaba tres siglos en este suelo, reafirmaron esa fe con pública proclamación; deseaban que la República de Venezuela naciera, por tanto, bajo la inspiración de la fe en Jesucristo e imploraron la ayuda divina para la realización de ese sueño de libertad, de unidad, de paz. La decisión se tornó oración, la cual lleva siempre más allá de las propias debilidades, y fortalece continuamente una esperanza y un compromiso mayor por alcanzarla. Así empezó la República», agregaron.
Una República, que declarada libre iba en busca de la equidad y «de reconocer la dignidad de todos, de lograr formas de convivencia y libertad para toda persona sin exclusión»; sin embargo, y en ese entonces, se desconocían los derechos de los aborígenes, de los esclavos, los afro-descendientes, entre otros seres humanos no reconocidos.
Dos períodos democráticos
La carta pastoral, también, enfatiza su reflexión en torno a dos periodos democráticos. El primero desde el año 1958 y el segundo desde las tres últimas décadas hasta el día de hoy.
«Ese primer período experimentó su quiebre a finales de los años setenta. La superabundancia de recursos debida a los precios del crudo, no sólo dislocó la economía, sino que marcó el inicio de una creciente desilusión en las mayorías populares: la democracia integral no era para todos (…)La vida nacional fue experimentando, pues, un desgaste y distorsión en la convivencia democrática por agotamiento de los partidos políticos, desencanto de la participación ciudadana y la insuficiente e inadecuada atención a las necesidades reales y expectativas sentidas de las grandes mayorías empobrecidas y crecientemente relegadas.
Todo esto, junto con promesas insatisfechas y legítimas ansias de reconocimiento no tomadas en consideración, crearon una matriz favorable al surgimiento de alternativas transformadoras, más allá de un simple cambio de gobierno», manifiesta la carta pastoral.
En el segundo, se tocan las problemáticas sociales, económicas, políticas, educativas, etc., recientes de Venezuela. «Es un mal de la nación, en uno y otro período, el que millones de venezolanos continúen, todavía hoy, sumidos en condiciones materiales, institucionales y morales indignas de su condición humana, y permanezca frustrado el propósito de construir una República, para todos en la riqueza de su diversidad y libertad, y con todos en la comunidad de su solidaridad y fraternidad. Las élites de antes y de ahora no han logrado que el pueblo sea sujeto capacitado y autónomo. Y el proyecto de socialismo del siglo XXI, pregonado ahora, dista mucho de lo que el pueblo venezolano aspira y reclama», explicaron los prelados.
Por otro lado, reconociendo y aceptando las diferencias de credo, religión y filiaciones políticas, la Iglesia Venezolana en su labor evangelizadora, hace un llamado a la «búsqueda de fraternidad, de libertad, de justicia y de paz».
«Nosotros, Obispos, en el nombre de Jesús, le decimos a nuestros hermanos venezolanos lo mismo que los apóstoles Pedro y Juan, al entrar al templo de Jerusalén, le dijeron a un paralítico que pedía limosna: «No tenemos oro ni plata, lo que tenemos te lo damos: en nombre de Jesús Mesías, el Nazareno, echa a andar» (Act.3, 6). A los Pastores de la Iglesia Católica no nos corresponde lo que es propio de quienes han sido elegidos para ejercer, con gravísima responsabilidad, el servicio del bien común desde los poderes político-administrativo, legislativo, judicial y electoral, así como de los especialistas y administradores en cada profesión. Pero, sí es nuestro derecho y deber, invitar, desde el Evangelio de Jesús, a la acción humanizadora de transformar el poder en servicio y los bienes de la tierra en medios de vida y oportunidades para todos, en vez de convertir a uno y otros en instrumentos de luchas de clase, discriminación, odio, opresión e idolatría», firmaron.
Compromiso de servicio
Así y frente a la importante labor de la Iglesia, los pastores reafirman su compromiso de servicio, acompañamiento y evangelización en el país, a través de tres vertientes, denuncia, anuncio y compromiso, relacionadas «con lo que toca a la dignidad de la persona humana y sus derechos y deberes fundamentales, en los campos socioeconómico, político-institucional y ético-cultural. La labor en educación, salud, atención a niños y ancianos, así como las obras de caridad y la de presencia en zonas populares y marginales, se realiza en esa dirección».
Finalmente, ponen en manos de Dios y la Virgen el camino y bienestar del pueblo venezolano. «En el cumplimiento de esta misión, los pastores de esta Iglesia invitamos, pues, a todos nuestros hermanos en la fe y a todos los venezolanos en general a poner lo mejor de nosotros mismos para el progreso integral de la nación, entendiéndola como casa común y hogar de todos. Que la Santísima Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela interceda ante su Hijo Jesucristo para que construyamos una patria que responda al sueño de los fundadores y lo supere, profundizando en los valores de la libertad, la solidaridad y la paz», concluye la Carta Pastoral.
Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M.
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