Río de Janeiro (Miércoles, 20-01-2010, Gaudium Press)A continuación las reflexiones de Monseñor Orani João Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro, en torno a la figura de San Sebastían, patrono de la ciudad.
La Ciudad Maravillosa y nuestra Arquidiócesis celebran a su patrono San Sebastián. Es una ocasión especial para mirar el ejemplo del soldado del siglo III a fin de que su vida inspire actitudes, gestos y palabras hoy. Es también el momento de mirar nuestra historia y, con coraje renovado, dar pasos corajudos en la construcción del futuro según el Plan de Dios. Son dos aspectos que nos iluminan en estos días de fiesta y reflexión.
La santidad tiene cualquier cosa de intemporal, de modo que un santo es siempre una persona cuyo estilo de vida sobrepasa los límites del espacio y del tiempo, y, cómo una lámpara colocada encima del alqueire ( ), ilumina a todos. Éste fue uno de nuestros temas durante la novena: el Evangelio es Palabra que perdura para siempre, aunque cambien las circunstancias y las realidades alrededor de la persona humana, la esencia de su vida, según el Evangelio, permanece para siempre.
La vida de San Sebastián, no obstante los muchos siglos que de ella nos separan, puede iluminarnos aquí y ahora en el seguimiento de Jesús, suscitando en cada uno de nosotros, en nuestras familias, comunidades y parroquias un nuevo vigor y un nuevo impulso para llevar adelante la obra que Cristo quiere realizar a través de su Iglesia – mostrar a la humanidad el camino de la salvación, la verdad que libera y la vida que renueva. Él no se desanimó ni con las presiones y ni con las torturas y flechas que recibió; continuó firme en su caminata cristiana hasta el fin. Esta firmeza modeló la cultura carioca desde los albores de esta «ciudad de San Sebastián», «fundada en la región de Río de Janeiro» por Estácio de Sá el 1º de marzo de 1565. No son las dificultades, piedras en el camino, problemas que nos abaten, pero, como nuestro patrono, levantémonos y continuemos nuestra lucha con coraje y ánimos renovados.
San Sebastián vivió intensamente las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Tener fe es entregarse totalmente a Dios y acoger lo que Él nos habla por la boca de su Hijo. La esperanza lanza a nuestra vida en las promesas veraces de Dios, cuyo cumplimiento aguardamos con vigilancia y con aquella confianza que no decepciona. Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es, sin duda, la vivencia de las virtudes teologales el fundamento de la santidad que veneramos en San Sebastián. Fue porque las vivió intensamente que nuestro patrono tuvo el coraje de enfrentar adversidades y hasta el martirio para no renegar al Salvador de la humanidad, que dijo: «Por lo tanto, quien dé testimonio de mí delante de los hombres, también yo daré testimonio de él delante de mi Padre que está en los cielos» (Mt. 10,32). San Ambrosio testimonia en sus escritos: «en el lugar a donde llegara como huésped, encontró la morada de la eterna inmortalidad».
Hoy necesitamos aprender y reaprender continuamente a encaminar nuestra vida hacia Dios. La misión principal de la Iglesia es la de encaminar a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que asumió un rostro humano en Jesús. Y sabemos que, a veces, no es fácil realizar esta tarea primordial. Fuerzas oscuras y contrarias al Reino de Dios operan en el mundo y es necesario vencerlas por las mismas virtudes que dieron coraje a San Sebastián, que, como Cristo, derramó su sangre. Delante de un mundo violento, secularizado, consumista, individualista, hedonista y materialista, el cristiano es llamado a vivir y testimoniar su fe con claridad y sin miedo de las adversidades, seguro de que Dios lo acompaña y sustenta. Vivir con radicalidad nuestra identidad y, por eso mismo, dialogar con la gran ciudad, su cultura, sus cultos y religiones, su realidad social encarnando hoy el Evangelio.
Mirar a nuestros hermanos de fe que nos legaron un gran ejemplo de vida cristiana, como San Sebastián, solo puede fortalecernos y reafirmar en nosotros las virtudes indispensables para el cumplimiento de nuestros compromisos bautismales. ¡Que la caridad que abrazaba San Sebastián en su amor a Dios y a los hombres arda también en nuestros corazones y nos conduzca a vivir como verdaderos y comprometidos discípulos y animados misioneros de Cristo Jesús!
No menos importante, además del ejemplo que nos motiva, es la intercesión de San Sebastián, con la cual siempre queremos contar. La partida de los siervos de Dios de este mundo no deshace sus lazos con los que aquí todavía caminan; al contrario, los fortalece. Al entrar en plena comunión con Dios en el cielo, los santos pasan a tener una comunión aún más profunda con la obra de la creación y con los hombres en particular. Así, nuestra ligación con San Sebastián tiene como fundamento la «comunión de los santos», que, en Dios, une a todos los miembros de Cristo entre sí, los de la tierra, los que se purifican en el purgatorio y los del cielo. Y la oración que dirigimos a nuestro intercesor San Sebastián tiene a Dios como última meta, de quien nos viene gracia sobre gracia. Fue con esa intención que colectamos millares de intenciones y pedidos que, en la visita al Santuario del Cristo Redentor, depositamos a sus pies. Es Cristo que nos conduce al Padre y que es el único puente que nos conduce a la vida Trinitaria. Que nuestro buen patrono sea una señal e interceda continuamente por la Iglesia y la Ciudad Maravillosa, que, en estos tiempos, tanto necesita de la paz que viene de lo alto.
Para la novena preparatoria tuvimos la oportunidad de tener con nosotros una réplica exclusiva de la imagen histórica de San Sebastián traída por el fundador de Río de Janeiro hace 445 años. Es un testimonio de la caminata religiosa, cultural y social de esta ciudad. Durante esta novena esta imagen del santo patrono recorrió varios puntos de la ciudad como señal de Dios entre el pueblo de Río de Janeiro, invitando a todos a la oración, a la unión, al amor y a la paz. Estuvo en todos los tipos de ambientes y en todas las realidades de esta metrópoli. El pueblo, que tiene un cariño especial con su Patrono, fue llamado a tenerlo aún más como ejemplo que nos conduce a Cristo. Que del cielo vengan abundantes gracias y favores espirituales y temporales para la ciudad y para su pueblo amado. ¡Cristo, a quien San Sebastián, invencible atleta de la fe, entregó su vida, sea el gran farol que nos apunte el camino correcto en estos tiempos que, a veces, nos parecen tan difíciles, nos ayude a vivir la «fe en los desafíos de nuestro tiempo»! Es hora de erguir la cabeza y, a ejemplo de San Sebastián y fortalecidos por su intercesión, caminar sin jamás desanimar, pues el camino se muestra a quien se dispone a recorrerlo.
+ Orani João Tempesta, O. Cist.
Arzobispo Metropolitano de San Sebastián de Río de Janeiro, RJ.
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