Santa Cruz del Sur (Martes, 09-03-2010, Gaudium Press) Para «vivir bien» la Cuaresma, Mons. Sinésio Bohn, obispo de Santa Cruz del Sur -en el estado de Río Grande del Sur, Brasil- pondera que es preciso hacer una revisión de la vida, un examen de los valores que nos inspiran y orientan. Es lo que consta en su artículo «Vuelo Espiritual», en el cual el prelado dice, además, que una sociedad que se guía solamente por intereses, y no por valores, es «presa fácil de las pasiones desenfrenadas».
El obispo resalta que aquel que sigue a Jesucristo, quien está «injertado» en él por el Bautismo, aunque sumergido en los asuntos de la tierra, tiene el corazón en el cielo, pues el Hijo de Dios descendió del cielo, asumiendo la naturaleza humana, dio su vida por la humanidad en la cruz y resucitó, venciendo la muerte y el pecado. «Y cuando el Señor subió a los cielos, nosotros, injertados en él, subimos también», afirma.
Recordando al apóstol Lucas, Mons. Sinésio afirma que cuando el Señor fue llevado al cielo, «los discípulos lo adoraron y volvieron a Jerusalén llenos de alegría». Y esto se da, según el prelado, porque la naturaleza humana, por Cristo, fue elevada a una incomparable dignidad: Dios Padre unió la naturaleza humana a su propia naturaleza divina por el Hijo, verdadero hombre y verdadero Dios. «Así, somos salvados por gracia, en Cristo Jesús», resalta.
Otro punto presentado por Mons. Sinésio es que la tradición cristiana une conversión personal a Dios con oración, estilo de vida frugal y compartición de bienes. Él cree que no existe vida de servicio a Dios y al prójimo sin oración. «La oración es para el cristiano lo que son las alas para los pájaros, y sin ella no hay vuelo espiritual», observa.
Además de la oración, el obispo de Santa Cruz del Sur apunta también el compartir como fundamental en la vivencia de la cuaresma y en la construcción de un mundo mejor. «Jesús colocó como uno de los criterios de entrada en el Reino el cuidado con los pobres, enfermos y presos, sin siquiera cuestionar las virtudes de ellos».
Al final de su texto, el purpurado hace dos advertencias: la primera con Pablo, cuando él dice «Aspirad a las cosas celestiales, no a las terrestres; y la segunda con San Agustín cuando él cuestiona «¿Por qué razón nosotros también no trabajamos aquí en la tierra de tal modo que, por la fe, esperanza y caridad, que nos unen a nuestro salvador, ya descansemos con él en el cielo?»
«Lo que el ángel dijo a Cornelio, que pueda decirnos a nosotros hoy: Tus oraciones y limosnas subieron a la presencia de Dios y fueron tomadas en consideración», concluye.
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