Buenos Aires (Jueves, 11-03-2010, Gaudium Press) Rescatando el valor inalienable de la familia, y dentro del marco del inicio de las actividades de la Pastoral Familiar Arquidiocesana, el Arzobispo de Corrientes – Argentina, monseñor Andrés Stanovnik, compartió con los fieles una sentida homilía, que tuvo lugar el pasado domingo 7 de marzo, durante la celebración de la Santa Misa.
Este año, y bajo el lema «Revalorizar la familia, regalo de Dios y misionera de la vida», se dio inicio a las actividades de esta pastoral. La familia, como centro fundamental de la sociedad, debe convertirse en escenario de diálogo, comprensión, tolerancia y respeto.
«La familia, regalo de Dios, como leemos en el lema, es una realidad que no se pertenece a sí misma, pertenece a Dios, es un don de él. Como Moisés, la familia fue elegida y llamada por Dios para una misión. La familia cristiana es un don de Dios y una tarea, por eso también a ella le cabe responder, con las palabras de Moisés: ‘Aquí estoy’. Aquí estoy, Señor, familia -don tuyo- dispuesta a vivir y a comunicar, con la mayor transparencia posible, tu entrañable misericordia, porque eres bondadoso y compasivo», expresó Monseñor.
Precisamente es esa disposición a la oración, al trabajo comunitario y religioso y, especialmente, al reconocimiento de la presencia de Dios Padre dentro del hogar, que hace de las familias un mejor lugar para la educación personal y ciudadana, para la formación de niños, niñas y jóvenes honestos capaces de contribuir a la construcción de mejores ciudades y países, en donde lo fundamental sea el reconocimiento del otro, la igualdad y la justicia.
Recuperar el matrimonio y la familia como un regalo de Dios
De este modo, y de acuerdo con el Arzobispo de Corrientes, «es necesario que nos ayudemos a recuperar el matrimonio y la familia como un regalo de Dios. El don de Dios es Él mismo. La expresión máxima de su donación es su propio Hijo, entregado por nosotros. Por eso, cuando él se da como amor en el matrimonio y la familia, no sólo se lo recibe, sino que capacita a los que lo reciben para que se den a sí mismos a los demás. La parábola de Jesús que escuchamos hoy sobre la higuera que no da frutos y está a punto de ser cortada, puede servirnos de inspiración y darnos esperanza. A la higuera se le puso un plazo perentorio, porque no daba frutos. Una planta que no da frutos, es imagen de una realidad humana cuando vive sólo para sí misma. Es una planta «muerta» y Jesús manda cortarla, «porqué malgastar la tierra» -dice- (Lc 13,7). Sin embargo, el ruego del viñador le abre una nueva oportunidad (…), que quedará condicionada a los frutos, para que no se pierda el don de la vida, porque ese don es un regalo de Dios», agregó.
«Una tarea ardua, por una parte, y grandiosa, por otra»
«La pastoral familiar tiene hoy una tarea ardua, por una parte, y grandiosa, por otra. La crisis que refleja la parábola muestra que la gran cuestión en juego es la vida como don de Dios. Si se pierde esa visión, si el hombre vive su vida desvinculado de Dios, por quien fue creado y para quien fue hecho (cf. Gen 3,27), todos sus vínculos se vuelven inestables. «La Pastoral Familiar tiene que explorar las «nuevas posibilidades del amor»; de un amor que, aunque se exprese de manera diferente al de otras épocas, sea un verdadero y saludable vínculo del varón y la mujer, de los padres y los hijos» (Los Aportes para la Pastoral Familiar de la Iglesia en la Argentina, CEA, n. 43″, expresó el prelado a los fieles.
«La Iglesia-familia se genera en torno a una madre»
Finalmente, y haciendo referencia a la celebración del día de la mujer, el Arzobispo puso en manos de la Santísima Virgen María la labor pastoral de sus colaboradores. «Como en la familia humana -dice Aparecida- la Iglesia-familia se genera en torno a una madre, quien confiere «alma» y ternura a la convivencia familiar (n. 268). Encomendamos a ella, Tiernísima Madre de Dios y de los hombres, la tarea del Secretariado Nacional y Regional de la Pastoral Familiar, y, en particular el trabajo y la misión de la Pastoral Familiar en nuestra Iglesia local. (…) ponemos cerca de su corazón de Madre la vida de tantas familias, donde, sobre todo la mujer, sobrelleva exigencias que en muchos casos llegan hasta la heroica entrega de sí misma, cuando tiene que luchar sola para alimentar y educar a sus hijos, sumándose, además, a tareas de contención social que de por sí demandan enormes sacrificios (…). Que esa jornada nos ayude a tomar conciencia sobre la dignidad de la mujer, quien junto con el varón, en igual dignidad y mediante la reciprocidad y colaboración mutua, sean corresponsables por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana, y como esposos y padres cristianos sean testigos de la entrañable misericordia de nuestro Dios. Así sea», concluyó Monseñor.
Con información de AICA
Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M.
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