Redacción (Martes, 23-03-2010, Gaudium Press)
Vía Crucis: IV Estación – Encuentro de Jesús con su Madre, por Mons. João S. Clá Dias, E. P.
V/. Nosotros te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
«Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: ‘He aquí, éste está destinado a ser una de las causas de la caída y elevación de muchos en Israel, y a ser una señal que provocará contradicciones, a fin de ser revelados los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu alma’ » (Lc 2, 34-35).
Oh vosotros todos, que pasáis por el camino: mirad y juzgad si existe dolor igual al dolor que me atormenta (Lm 1, 12).
«Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2, 51). Debía Ella recordar con exactitud las palabras del Arcángel San Gabriel durante la Anunciación: «Él será grande y lo llamarán Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de su padre David; reinará eternamente en la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 32-33).
Pero ¿cómo será ese trono y ese reino, debería pensar Ella, si mi Hijo es una llaga sola de la cabeza a los pies, sin fuerzas bajo el peso de la cruz?
María, por su sabiduría, conocía profundamente la inmensa gravedad del pecado. ¿Pero sería necesario llevar las cosas hasta este punto? ¿Quién podría imaginar escena más trágica? Una espada de dolor penetró en su alma purísima y allí depositó un sufrimiento lancinante.
Oh Virgen Dolorosa, ¡perdón! Perdón por la gran culpa que tengo en este paso de la Pasión. Te agradezco por haberte asociado a los tormentos de Vuestro Divino Hijo para redimirme. Oh celestial co-redentora, invoco este sagrado intercambio de miradas entre Madre e Hijo, en circunstancias tan dramáticas, para implorar perdón.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecadores.
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Por la misericordia de Dios descansen en paz las almas de los fieles difuntos.
R/. Amén.
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