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El Papa que fue abofeteado

Bogotá (Jueves, 18-03-2010, Gaudium Press) Hubo un bofetón que retumbó en Europa entera. Como el bofetón infame que recibió Jesús en casa de Caifás, fue la sacrílega palmada que Giaccomo Colonna, llamado Il Scarria (el pendenciero), por congraciarse con el rey de Francia, plantó en el rostro del Papa Bonifacio VIII el 7 de septiembre de 1.303 en la población de Agnani (Italia).Tiempos aciagos para la Santa Iglesia amenazada por el poder temporal de emperadores y reyes.

Sobre Europa, sus reinos y principados, como también sobre sus gentes, pareció caer el repudio de la Providencia y hay historiadores que demuestran que ese acontecimiento detonó de alguna forma, el inicio de la decadencia de la Edad Media, las pestes, los odios irreconciliables entre príncipes, la ambición, la envidia y otros males morales que hundieron al continente en tinieblas y desconcierto. A partir del papado subsiguiente, desde 1.305, la Santa Sede estaría en Avignon (Francia pero territorio Pontificio) algo más de 70 años.

La infamia en Agnani

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 Bonifacio VIII

‘Il Scarria’ le facilitó las cosas en territorio italiano al francés Guillermo de Nogaret, Canciller de Felipe IV El Hermoso -el nieto de San Luis IX de Francia- para ir a Roma y tomar por la fuerza al Papa Bonifacio. En el camino fueron informados que el Papa se había refugiado en su ciudad natal Agnani, y allá se dirigieron, la sitiaron y saquearon para finalmente introducirse en el castillo de los Gaetani y tomar prisionero al Pontífice. Este los esperó sentado en un pequeño trono y completamente paramentado con sus prendas pontificales. En ese lugar preciso fue que el Colonna lo abofeteó ese 7 de septiembre de 1.303 en las horas de la noche. La historia registra que al día siguiente, 8 de septiembre de ese año de 1.303, el papa publicaría solemnemente la Bula Super Petri Solio que excomulgaba a Felipe IV y que estaba lista meses atrás esperando pacientemente la marcha atrás de las ambiciones del soberbio rey.

Aunque no se lo pudieron llevar prisionero como querían debido al levantamiento popular que se suscitó en Agnani, el Papa moriría tres semanas después, de pura pena moral a la edad de 63 años. Había nacido en 1.240 y gobernado la Iglesia por nueve años. Morir de pena moral no es muy frecuente hoy día. O al menos no se registra médicamente en estos tiempos tan materialistas, que un agravio o una pena muy profunda, lo pueda matar a uno en tres semanas. Sin embargo no hubo otra explicación para la muerte de ese Papa que enfrentando al rey de Francia, enfrentaba también las tendencias absolutistas de los monarcas de aquel tiempo, tendencias que finalmente vendrían acabar las patriarcales monarquías orgánicas y subsidiarias de los tiempos de San Luis, e instaurar siglos después en el propio trono francés, a Luis XIV y su política de L´État c´est moi. El bofetón del intemperante Il Scarria, mató al papa, sí; detonó posiblemente la decadencia de la Edad Media, también; pero retrasó algo más 300 años el asfixiante absolutismo monárquico en Europa, dándole tiempo suficiente a la santa Iglesia para lidiar con un nuevo fenómeno político, que no dejaría de coronarla de espinas y hacerla sufrir fortaleciéndola.

Por Antonio Borda

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