Concepción (Lunes, 22-03-2010, Gaudium Press) Durante la jornada del sábado 20, miles de fieles provenientes de distintos lugares del país se congregaron en el Santuario ubicado en la localidad de Yumbel, para ser partícipes de la celebración de San Sebastián, festividad más popularmente conocida como «20 Chico».
La celebración fue encabezada por el Arzobispo de Concepción, monseñor Ricardo Ezzati, que en la oportunidad agradeció la ayuda de las autoridades y de los fieles que hicieron posible la realización de esta fiesta con absoluta normalidad y tranquilidad.
Por su parte, el Alcalde de Yumbel, Camilo Cabezas Vega manifestó a fuentes del arzobispado que «la concurrencia nos parece extraordinaria, el hombre vuelve a sus raíces y que ante los embates de la naturaleza somos tan pequeños y no pensamos en construir, sino en destruir y no nos preocupamos en ser más hermanos, sino en criticar. Esta fecha es una instancia de recogimiento donde nos podemos reencontrar como hermanos».
Durante el día se celebraron misas cada dos horas, que se realizaron en la explanada del Santuario, ya que el Templo debió permanecer cerrado debido a los daños sufridos en su estructura a causa del terremoto. Fue necesaria la ayuda de innumerables sacerdotes, religiosos y laicos quienes atendieron las diversas necesidades de una gran multitud que se mostraba esperanzada y confiada en el Señor, pese a las devastadoras consecuencias que dejó el cataclismo en la zona.
A las 17:00 se inició la procesión de la imagen de San Sebastián que fue recorriendo las calles del pequeño poblado, acompañada por cantos y oraciones que le dirigían los fieles y escoltada por huasos montados en hermosos caballos.
Un llamado a la fortaleza y esperanza en Dios
En la homilía de la misa del mediodía, monseñor Ezzati destacó el carácter especial de esta celebración, marcada por las terribles secuelas que dejó el terremoto, y se mostró admirado ante la fe y la esperanza de un pueblo que «aprecia fundamentalmente dos grandes dones de nuestra existencia: la fe en Dios y la fe en la vida».
«Este año lo hacemos desde una experiencia peculiar, no una experiencia de todos los años. Venimos después de haber sufrido las consecuencias de un terrible terremoto y un maremoto; venimos con un corazón lleno de temor y de angustia, venimos con el dolor de haber contemplado a hermanos y hermanas que han perdido su vida, su vivienda y que temen la cesantía y el futuro. A lo mejor muchos de nosotros también hemos sufrido la destrucción de nuestra vivienda o algunos daños en ella, y hemos venido aquí con el corazón lleno de fe y de esperanza», declaró el Pastor.
Luego, monseñor Ezzati invitó a reflexionar sobre las circunstancias vividas, enfatizando en la debilidad y pequeñez del hombre frente a la naturaleza. Pero afirmó que estas circunstancias deben servirnos para enmendar el rumbo y construir una sociedad fundada en los valores más profundos de nuestra fe, en los valores del Evangelio.
«Nos creíamos un país que ya había salido del subdesarrollo, que había construido grandes carreteras, que tenía centros comerciales llenos de consumo, pero bastaron solamente dos minutos y medio para que todo se viniera abajo. ¿Y qué apareció? Apareció el hombre y la mujer que somos, con la capacidad y la generosidad de vivir en la solidaridad, pero también con las pasiones más bajas que están dentro de nosotros, (…) estamos aquí para pedirle perdón al Señor, porque no hemos sabido construir nuestra propia vida, la vida de nuestra sociedad sobre los valores más profundos de nuestra fe y de lo que nuestros padres quisieron construir de la identidad nacional sobre la fe, sobre los valores del evangelio», señaló el prelado.
Un terremoto interior en nuestro corazón
En este espíritu, invitó a los fieles a pedirle perdón a Dios y a realizar un terremoto interior a nuestro corazón. «Pedirle perdón al Señor, porque nos habíamos olvidado de Él, y le queremos decir que queremos aprovechar este terremoto para realizar un terremoto interior en nuestro corazón, para que se derriben todos los muros que no sirven, todas la grietas y podamos construir nuestra vida, nuestra sociedad en la roca firme que es Jesucristo», afirmó.
Al finalizar el Obispo indicó que además de dar gracias y pedir perdón, es fundamental pedir a Dios esperanza y fortaleza, y que esta última no sea necesariamente frente a nuestros problemas temporales, sino que además sea entendida como un valor que ilumine nuestra vida interior, nuestra vida de fe y nuestra vida en la Iglesia.
«Este terremoto y maremoto que hemos sufrido nos eduquen a buscar constantemente en Dios la fortaleza que necesitamos, porque Dios no nos deja abandonados. El Señor me liberó de todos mis temores, decíamos en el salmo, feliz el hombre que supera todas las pruebas, recibirá la corona de la vida. Pidámosle a San Sebastián que interceda por nosotros, para que en medio de nuestra tribulación y dolor podamos levantar nuestros ojos hacia el cielo y descubrir que Dios es Padre, que su Hijo Jesús está a nuestro lado; que el Espíritu nos infunda sentimientos de fraternidad y de solidaridad», concluyó.
Gaudium Press / Igor Roco
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