París (Lunes, 29-03-2010, Gaudium Press) En nota fechada el Viernes pasado por el Cardenal arzobispo de París, Mons. André Vingt-Trois, el purpurado hace un resumen de las principales conclusiones de la Asamblea de la Conferencia Episcopal Francesa, que acaba concluir en la ciudad de Lourdes.
En el comunicado, Mons. Vingt-Trois, se refiere a la campaña mediática que busca «mancillar la figura del Papa», y que ha motivado que los obispos de Francia dirijan a Benedicto XVI «un mensaje de solidaridad y de comunión».
«Nosotros sabemos todos con qué vigor él ha actuado, primero como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, después como Soberano Pontífice, para poner a disposición de los obispos medios para enfrentar enérgicamente y claramente las situaciones delictuosas», afirma el purpurado.
«… las otras realidades de nuestra vida eclesial»
Entretanto, afirma el Cardenal Vingt-Trois, las pruebas que atraviesa la Iglesia, a la par que son motivo para renovar la vigilancia, no deben obnubilar el panorama de otras múltiples realidades eclesiales que deben ocupar la atención de toda la Iglesia: «Ella [la prueba] no debe entretanto ocultar las otras realidades de nuestra vida eclesial. La inmensa mayoría de los sacerdotes de nuestras diócesis viven su compromiso en la fidelidad y la alegría del servicio por el cual ellos dieron su vida. Los millares de catecúmenos que van a recibir los sacramentos de la iniciación [cristiana] en Pascua, manifiestan que la fe continúa a portar sus frutos», expresa.
Y continúa: «Nosotros estamos maravillados por los signos de renovación que manifiestan los catecúmenos y ‘quienes recomienzan’. Nosotros somos también interrogados por nuevas formas de vivir la fe que se desarrollan en las nuevas generaciones, y las comunidades. Encuentros como la Jornada Mundial de la Juventud, el atractivo de [la Comunidad] de Taizé y de otros grupos que invitan a modos de vida más sobrios, el éxito de la peregrinación estudiantil en Tierra Santa en julio del 2009, muestran las vías de otro porvenir: nuevos compromisos sociales y eclesiales, experiencias espirituales decisivas».
El purpurado constata que «la vida cristiana continúa a interesar y a aglutinar: nosotros somos más vivos que aquello que nosotros mismos creemos. Pasamos a través de una prueba real que reclama nuestra fe, dinamiza nuestra esperanza y despierta nuestra caridad».
Luces y Sombras
Sin embargo, en la mente del Cardenal Vingt- Trois, constatar las manifestaciones de Dios en los logros de la Iglesia de Francia no es obstáculo para olvidar las dificultades a las cuales ella se confronta: «Los signos de la presencia cristiana en la sociedad se difuminan, la transmisión hacia las generaciones más jóvenes parece frágil; nosotros no vemos bien como las comunidades cristianas asumirán de aquí a algunos años las cargas de su animación. La baja del número de los sacerdotes torna cada vez más aleatoria la posibilidad de mantener un dispositivo antiguo, tal como nosotros lo hemos conocido. Desde hace dos años, nuestra Conferencia se ha empeñado en un trabajo de largo aliento: ‘El Día de mañana de la vida de nuestras comunidades cristianas’ «.
Entretanto, en una visión objetiva de la situación de muchas comunidades eclesiales en Francia, se manifiestan muchos signos de esperanza: «Ellas [las comunidades] saben acoger las personas en busca de sentido, y de los acontecimientos que las sobrepasan. Ellas saben organizarse, ponerse manos a la obra, testimoniar la Palabra de Dios que las habita. Y Dios envía en medio de ellas a sacerdotes que ligan entre ellas las comunidades que tienen a su cargo, y las ayudan a vivir en la comunión de la Iglesia. En conjunto, ellos vuelven sus miradas hacia Cristo que se preocupa de todos los hombres y que posa sobre ellos su mirada de amor», expresó el Cardenal.
Dentro de esta vitalidad, se evidencia nuevamente el gusto por el carácter misionero y apostólico de la Iglesia: «Ella [la Iglesia] es apostólica porque desde hace veinte siglos, nosotros recibimos la fe en Cristo por el testimonio de los Apóstoles y de sus sucesores: ‘¿Tienes tú alguna cosa que no hayas recibido?’ (1 Co 4,7). La Iglesia es misionera porque ella no sería nada si ella no estuviese animada por el Espíritu de Pentecostés, constantemente dirigido y tendiente hacia los otros, hacia aquellos que no conocen a Cristo, hacia aquellos a quien el mismo Cristo está siempre inclinado».
Finalmente en el contexto del año sacerdotal, el Cardenal arzobispo de París hace votos de confianza en los sacerdotes, y declara que «servir en el clero diocesano es una bella misión que puede tornar a un hombre feliz».
Gaudium Press / S. C.
Deje su Comentario