Redacción (Martes, 30-03-2010, Gaudium Press)
Via Crucis: XI Estación – Jesús es clavado en la Cruz por Mons. João S. Clá Dias, EP
V/. Nosotros te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
«Llegados los que fueron al lugar llamado Calvario, allí lo crucificaron, como también a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Pilatos redactó una inscripción y la fijó encima de la cruz. En ella estaba escrito: ‘Jesús de Nazaret, rey de los judíos’ » (Lc 23, 33; Jn 19, 19).
Por fin llega Jesús al Calvario, lugar donde, según una piadosa y antigua tradición, Adán había sido sepultado. Allí abundara el pecado, allí transbordaría la gracia.
¡Crucificado! Aquella misma cruz que tanto le pesara sobre los hombros sería su instrumento de muerte. ¿Los brazos? Abiertos, para atraer a Sí a la humanidad entera, conforme afirma S. Juan Crisóstomo. Ya en estado pre-agónico, enormes clavos perforaron sus sagradas manos y divinos pies, llevando a Jesús a contorcerse de dolor.
El refinamiento de la maldad de sus acusadores llega al punto de crucificarlo entre dos ladrones para ser considerado también como tal. Mientras los soldados repartían entre sí los haberes materiales del Divino Crucificado, Él entregaba su preciosa herencia -María Santísima- al discípulo amado, en un último y supremo gesto de amor filial.
¡Oh mi Jesús! Veo, en esta meditación, el drama de la locura de amor de un Dios por sus criaturas. Si fuese yo el único en haber pecado, vuestro procedimiento no habría sido otro. Tú fuiste crucificado por mí.
Concededme las mismas gracias derramadas sobre el buen ladrón y que pueda yo, así, un día estar contigo en el Paraíso.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecadores.
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Por la misericordia de Dios descansen en paz las almas de los fieles difuntos.
R/. Amén.
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