Redacción (Jueves, 01-04-2010, Gaudium Press)
Via Crucis: XIII Estación – Jesús es bajado de la Cruz por Mons. João S.Clá Dias, EP
V/. Nosotros te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
«Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo – aquel que anteriormente había ido a verle de noche – con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.» (Jn 19, 38-40).
La Providencia traza con perfección las líneas de la Historia. José de Arimatea, además de ser noble, era muy relacionado con Poncio Pilatos, reuniendo por lo tanto las condiciones favorables para obtener de él la autorización necesaria para que Jesús no fuese enterrado como un condenado cualquiera, sino como una persona ilustre. ¿Quién, a no ser José, tendría coraje de presentarse al gobernador romano para pedirle el cuerpo de un crucificado? Por eso, respecto a él comenta S. Juan Crisóstomo: «Véase el valor de este hombre; se pone en peligro de muerte, atrayendo sobre sí las enemistades de todos, por su afecto a Jesucristo…»
¡Que gracia insigne distes a este José! La de poder bajar de la cruz, con el auxilio de Nicodemo, el Divino Cuerpo, víctima de valor infinito, y de sepultarlo.
¡Oh Sagrado Cuerpo de Jesús, viéndote así sin vida, siento mi corazón gemir! Estas manos que dieron órdenes a los mares y las tempestades, expulsaron a los mercaderes del Templo e hicieron el bien por todo Israel, ya no se articulan. Vuestros pies, que caminaron sobre las aguas y recorrieron todos los caminos en busca de los necesitados, no se mueven. Tu voz, que hacía estremecer a los fariseos, pero perdonaba con dulzura a los pecadores arrepentidos, ya no se hace oír. Una sola llaga te cubre de arriba abajo.
Oh Virgen Dolorosa, te imploro la insigne gracia de mantener delante de mí, por el resto de mi vida, esta terrible imagen de la gravedad del pecado. ¡Perdón, mi Madre, perdón! ¡Y ayudadme a nunca más pecar!
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecadores.
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Por la misericordia de Dios descansen en paz las almas de los fieles difuntos.
R/. Amén.
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