Redacción (Viernes, 02-03-2010, Gaudium Press)
XIV Estación – Jesús es sepultado por Mons. João S. Clá Dias, EP
V/. Nosotros te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
«En el lugar en que Él fue crucificado había un jardín, y en el jardín un sepulcro nuevo, donde nadie había sido depositado. Fue allí que depositaron a Jesús por causa de la Preparación de los judíos y de la proximidad de la tumba. Después [José de Arimatea] rodó una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. María Magdalena y la otra María se quedaron allá, sentadas frente a la tumba» (Jn 19, 41-42; Mt 27, 60-61).
Una gran piedra nos separa, en este momento, del Cuerpo Sagrado de Jesús.
Quién tuviese Fe, podría adorar a Jesús en Cuerpo y Divinidad presente en el Sepulcro, y de Él beneficiarse, recibiendo gracias concedidas directamente por el Salvador. Este fue el gran consuelo de las Santas Mujeres.
Por esto afirma San Jerónimo: «Las mujeres perseveraron en su deber, esperando lo que Jesús había prometido; por esta razón merecieron ser las primeras en ver la Resurrección, porque «quien persevera hasta el final, se salvará.» ¡Felices las Santas Mujeres! Más felices aún somos nosotros, pues tenemos a Jesús en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía. En ella nosotros lo adoramos, no con «una gran lápida» de por medio, sino tan solo a través de las apariencias del pan y el vino.
A ti, oh Virgen, recurro a fin de que me obtengáis de Jesús sepultado, la confirmación en la gracia de Dios para, un día, siguiendo vuestros caminos y los de él, pueda yo resucitar a la gloria eterna.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecadores.
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Por la misericordia de Dios descansen en paz las almas de los fieles difuntos.
R/. Amén.
Oración Final
En ti, oh Virgen Dolorosa, encuentro la síntesis de todos los episodios por mí meditados. ¡Qué gracias místicas no os deben haber sido concedidas en medio de aquellas angustias! Gracias de sentir en sí misma los propios dolores del Redentor. No es sin razón que, debajo de cierto ángulo, podéis ser llamada de Co-Redentora.
Es a ti que «recurro y de ti me valgo, gimiendo bajo el peso de mis pecados», en la firme convicción de que «nunca se oyó decir que alguno de aquellos que hayan recurrido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio, fuese por ti desamparado».
Madre Dolorosa, es a ti que recurro, imploro y reclamo por el perdón de mis pecados, por mi salvación eterna y por la total santificación de mi alma.
Y mucho os pido también por la sociedad en general, y por la propia Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, para que lleguen a la plenitud de su esplendor y gracia, y pueda así ser realizada la proclamación universal del triunfo de vuestro Inmaculado Corazón:
«¡Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará!» Amén.
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