Bogotá (Martes, 30-03-2010, Gaudium Press) No es de ayer que Vittorio Messori acompaña los pasos del Papa Ratzinger. En 1985, salía a luz el best-seller «Rapporto sulla fede» (Informe sobre la fe) en la que en entrevista con este periodista italiano, el entonces Cardenal Ratzinger se explayaba sobre la situación de la Iglesia, teniendo como marco de referencia el Sínodo que en esos momentos conmemoraba los veinte años del final del Vaticano II. El libro, que se tornó texto obligado de consulta sobre la historia reciente de la Iglesia, constituyó un paso más en el realce y prestigio del que ya gozaba el Cardenal Ratzinger, y también Messori.
Fruto, pues, de sus propias experiencias, Messori ha escrito un artículo publicado el pasado 27 de marzo en el Corriere della Sera, donde se estampan algunos rasgos de la personalidad del Santo Padre, en el marco de los ataques periodísticos que recientemente ha sufrido.
«Ni el hombre Joseph Ratzinger ni el papa Benedicto XVI -afirma Messori- tienen ciertamente necesidad de ser defendidos. La estima y el respeto de los que goza, incluso entre los laicos, dan testimonio de que su persona es la mejor expresión de esa síntesis católica que rechaza la ley del aut aut -«ni uno ni otro»- y se rige por la ley del et et -«uno y otro»-, la coincidentia oppositorum, la unión de los opuestos. Quienes lo conocen saben hasta qué punto en el profesor Ratzinger, después cardenal prefecto, finalmente pontífice, conviven la severidad con la misericordia, el rigor con la comprensión, el respeto por la norma con la conciencia de las situaciones humanas particulares.»
Reafirmando lo anterior, dice Messori que «Ratzinger tiene la humanidad de los viejos hombres de Iglesia, que desde el púlpito denunciaban el pecado a viva voz, pero luego, en el confesionario, frente a frente con un pecador en concreto, interpretaban generosamente la invitación de Cristo a comprender y perdonar.»
Como ejemplo de ese equilibrio de contrarios armónicos que Messori halla en la personalidad de Benedicto XVI, el periodista italiano cita la reciente carta dirigida por el Papa a la Iglesia de Irlanda, donde de una manera contundente se condena sin ambages los crímenes cometidos, se establecen responsabilidades al interior de la Iglesia y se dan directrices para una categórica corrección y prevención, pero que entretanto no le cierra la puerta a la «esperanza, el pedido de misericordia a un Dios que sabe separar el bien del mal, exhortando a los culpables a pagar el precio debido, pero a no perder la esperanza en el perdón de Cristo.»
Messori resalta que el Papa ha querido enfrentar las difíciles circunstancias del escándalo de abusos sexuales a menores por parte de clérigos de la Iglesia, sin ningún tipo de hipocresías, que entretanto él sí apunta en muchos de sus contradictores de la hora presente: «Ni siquiera una palabra [por parte del Papa] sobre la hipocresía de los viejos apóstoles de la «revolución sexual» de 1968, que se han puesto el nuevo hábito de moralistas escandalizados y adustos. Silencio papal sobre la defensa de los niños en boca de quienes predican el derecho inalienable de eliminar a su gusto a los niños que aún no han nacido. Ni una sola mención, en la carta, del apetito económico que ha movido a los estudios de abogados anglosajones a publicar anuncios en los medios de comunicación: «¿Quiere hacerse millonario? Haga entrar a su hijo al seminario y en un año venga a vernos». La common law, en efecto, permite a los abogados compartir con sus clientes la mitad de los enormes resarcimientos que ordenan los tribunales», expresa el escritor italiano.
Y continúa: «Los agentes de esas firmas de abogados usan de alfombra a muchos viejitos y los convencen de hacer reclamos millonarios. Mejor aún si los acusados están muertos: de todos modos, los obispos y los superiores de las congregaciones pagarán para evitar mayores escándalos».
Sobre la diligencia del Papa en enfrentar el problema de pederastia en el clero, Messori recuerda que «una de las primeras medidas de Ratzinger no bien llegó al papado fue la suspensión a divinis del fundador de la orden [de los Legionarios de Cristo], llamándolo a encerrarse en clausura y a dedicar el tiempo que le restaba a la oración y la penitencia», medida que le suscitó críticas de parte de miembros de la Iglesia. «Por lo tanto, el hombre que desde fuera de la Iglesia se acusa de «no haber hecho nada» es acusado desde dentro de la Iglesia de «haber hecho demasiado». Y no sólo respecto de los Legionarios, sino también en tantos otros casos, no bien la sospecha de abusos sexuales cobraba certeza. Una paradoja tan ignorada como significativa», concluye Messori.
Gaudium Press / S. C.
Deje su Comentario