domingo, 24 de noviembre de 2024
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"Jesús ha resucitado, ha vencido al dolor y a la muerte", dijo el Cardenal Errázuriz en Misa de Pascua de Resurrección en Chile

Santiago (Lunes, 05-04-2010, Gaudium Press) Cientos de fieles participaron el domingo 4 en la Misa de Pascua de Resurrección que se realizó al mediodía en la Catedral Metropolitana de Santiago. La solemne eucaristía fue encabezada por el Arzobispo de Santiago, cardenal Francisco Javier Errázuriz, y concelebrada por monseñor Fernando Chomalí, Obispo Auxiliar de Santiago; monseñor Juan Suárez, Deán de la Catedral; monseñor Fernando Ramos, Rector del Seminario Pontificio Mayor; y por otros sacerdotes de la arquidiócesis.

La celebración estuvo marcada por la alegría de los fieles, quienes vivieron cada momento con mucha devoción y entonaron con fuerza himnos de gloria a Dios junto al coro y orquesta del arzobispado. En esta ocasión, la misa fue transmitida en directo a todo el país por la señal de televisión Canal 13, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

«Jesús ha resucitado, ha vencido al dolor y a la muerte»

En su homilía, el Cardenal reflexionó en torno a los acontecimientos que le ha tocado vivir al país tras el terremoto y maremoto del 27 de febrero, a la luz del relato evangélico de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. «La resurrección nos invita a centrar nuestra mirada no en el sepulcro, no en el lugar de la muerte, sino en los bienes más valiosos, en los que recibimos de las manos de Dios; muchas veces, a través de sus hijos», señaló el Cardenal.

Y agregó: «Esto, que vale desde el tiempo de las primeras comunidades cristianas, vale más que en otras épocas en nuestros días, en el contexto de la situación de nuestra patria. Para comprenderlo, meditemos sobre algunos signos que se presentaron al momento de la muerte y resurrección de Cristo. Ellos pueden ayudarnos a acoger la buena noticia de la Pascua; a hacer más nuestro el misterio del paso de la muerte a la vida, de la indiferencia a la fe, de las tinieblas a la luz».

Terremoto en el Calvario: expresión del dolor y la solidaridad de la creación entera

Entre los signos que acompañaron la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz, el purpurado destacó el terremoto como expresión del «dolor y solidaridad de la creación entera» ante la expiración del hijo de Dios. «El terremoto a las tres de la tarde en el Calvario, ese estremecimiento de la tierra, fue expresión del dolor y la solidaridad de la creación entera, que gemía por el terrible homicidio. Moría el primogénito de toda creatura, el hijo de María en el tiempo y de Dios en la eternidad. Moría el mejor hijo de la humanidad, el que había venido a abrirnos las puertas de la vida, la libertad y el amor. Se estremeció de dolor la tierra cuando se derrumbó la humanidad de Jesús».

Luego el cardenal Errázuriz señaló: «Su tremendo dolor y el temblor de la tierra nos evocan en estos días no sólo los signos de muerte que siempre acompañan al pecado, sino también el sufrimiento de tantos chilenos. Sobre todo, de los que vieron el derrumbe de sus casas, la pérdida de la vida de personas muy queridas, y el colapso de incontables esperanzas y seguridades humanas. Muchos, al constatar tanta angustia, destrucción y desvalimiento, se preguntaron: ¿Y dónde estaba Dios?».

Esta pregunta -continuó el Pastor de Santiago- tuvo un especial significado y validez en ese Viernes Santo. «¿Dónde estaba Dios mientras Jesús moría? La respuesta es impactante. Nuestro Dios estaba precisamente ahí, pero clavado en el madero de la cruz, muriendo por nosotros; estaba ahí, perdonando nuestras culpas; estaba ahí, en la cruz, escribiendo con su sangre y con su silencio que nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Impresionante verdad: en el silencio de la oscuridad y el dolor, Dios estaba sellando la Nueva Alianza con su sangre».

«El terremoto nos mostró el valor inconmensurable de lo que más apreciamos»

En relación a los difíciles momentos que le ha tocado vivir al país, en Arzobispo señaló: «Lo hemos experimentado con mucha conmoción interior. El golpe de la naturaleza le restó importancia a lo pasajero y su consistencia a nuestras seguridades terrenas. Mostró el valor inconmensurable de lo que más apreciamos: la vida, la fe, la amistad, los lazos familiares, el servicio generoso, la solidaridad sincera. El Viernes Santo Dios estaba, pero muriendo como el grano de trigo, el germen de vida nueva, más fecundo en sorprendentes frutos. Maduran entre nosotros hasta nuestros días».

«Son frutos de vida que se multiplican en virtud de la muerte y resurrección de Cristo, acontecimiento que hoy celebramos con gozo y esperanza. Es la victoria del Señor, el triunfo sobre la muerte y el pecado de Aquel que es la Vida; la victoria del amor sobre el egoísmo y el odio, de la felicidad sobre la desgracia. Cuando seguimos el camino del Señor, cuando cumplimos las promesas bautismales, cuando vivimos con Él haciendo el bien, participamos de su victoria sobre el mal», finalizó.

 

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