Bogotá (Martes, 13-04-2010, Gaudium Press) La última edición dominical de El País de Madrid traía con notable despliegue un amplio reportaje de Juan G. Bedoya, con el impactante y sugestivo título «Ratzinger, en la hoguera», que pretendía hacer un balance de los cinco años del pontificado del Papa alemán (http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Ratzinger/hoguera/elpepusocdmg/20100411elpdmgrep_1/Tes).
Como buen hijo de la Madre Patria, Bedoya escribe con la pasión que desplegaron quienes vinieron a conquistar tierras americanas, con la energía con la que Santa Teresa fundaba sus monasterios en medio de las adversidades, con la misma pasión con la que la Pasionaria arengaba por doquier en la Guerra del 36.
Todo lo que algunos piensan
Es esa misma pasión la que lleva al reportero de El País a exponer todo lo que piensa, y con ello a ilustrarnos (mejor diríamos a confirmarnos) sobre las verdaderas razones que animan a buen número de los críticos del Papa de la hora presente. Bedoya tiene el mérito de la franqueza, lejos de él la hipocresía. Bedoya no tiene la doblez para sólo deplorar el supuesto manejo inadecuado a los casos de abuso sexual, no: Él claramente y sin ambages expone que de lo que él no gusta es simplemente del pontificado del Papa Ratzinger, él no gusta de Ratzinger. Casi diríamos, tras leer sus líneas, que de lo que él no gusta es de la Iglesia.
«Alguna prensa alemana había recibido la elección de Ratzinger con el título equívoco de panzer kardinal. Era una alusión a su intransigencia por la inmisericorde condena de 130 teólogos y religiosos cuando fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe», dice Bedoya en su artículo. El reportero español deplora la labor de preservación de la fe realizada por el Cardenal Ratzinger en los años al frente de esa Congregación.
«Tampoco los protestantes -650 millones- y los cristianos ortodoxos -250 millones- tienen motivo de contento con este Papa. En un documento oficial de julio de 2007, el Vaticano identifica la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica, a la que considera la única verdadera, y califica en consecuencia a las Iglesias ortodoxas como Iglesia imperfecta y niega que las Iglesias de la reforma sean Iglesia.» Se equivoca Bedoya en cuanto a la cita, pues ciertamente se refiere a la Declaración ‘Dominus Iesus’ sobre la Unicidad y la Universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia -firmada por el Cardenal Ratzinger- que no es del 2007 sino del 2000, siendo entonces Papa Juan Pablo II, quien ratificó el documento con su autoridad apostólica. Por lo demás sí se manifiesta allí que en la Iglesia Católica está la plenitud de la verdad y de los medios de salvación -aunque con un respeto extremo por las demás confesiones cristianas que Bedoya no replica- y es eso, lo que levanta la indignación de Bedoya.
La Iglesia y la Verdad. La Iglesia y la Libertad
«El proceso ecuménico (de encuentro entre religiones, en la idea del teólogo Hans Küng de que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones) también sufrió un duro revés cuando el Papa les dijo a las comunidades indígenas latinoamericanas -el 10% de la población en ese continente-, durante su viaje a Aparecida (Brasil) en 2007, que una supuesta vuelta a las religiones precolombinas no era un progreso, sino un retroceso.» Bueno, no podía dejar de ser que un simpatizante de Hans Küng no fuera contradictor del Papa Ratzinger. Entretanto, no se necesita ser un «panzer» para considerar evidente que un regreso a cultos animistas, en los que frecuentemente se integraban sacrificios humanos -no solo los aztecas- representa un retroceso. Pero no, Bedoya así no piensa, sino que para él el advenimiento del cristianismo a estas tierras de Occidente parece ser el verdadero retroceso. Y es eso de lo que él no gusta.
«Lo dijo Benedicto XVI en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y en el mismo viaje acusó a los nuevos líderes políticos latinoamericanos de estar sometidos a ideologías superadas y de no actuar en concordancia con la visión cristiana del ser humano y de la sociedad», dice en claro castellano el citado articulista. La firme condena a teorías políticas fracasadas y a teologías instrumentalizadas por visiones materialistas y que se desviaban del camino racional hacia la fe, realizada por el antiguo Cardenal y ahora Papa Ratzinger, es de eso de lo que no gusta Bedoya, de forma explícita.
«Aún más criticada ha sido su visión de la planetaria lucha contra el sida, llevada a cabo por las autoridades sanitarias y gran parte de los Gobiernos. Durante un viaje a Camerún y Angola, el Papa execró contra el uso de los preservativos porque, dijo, ‘no sólo no solucionan el problema del sida, sino que lo agravan todavía más’ «. Evidente. Bedoya no gusta tampoco de la enseñanza en moral sexual de la Iglesia.
Y así podríamos seguir extractando y comentando trechos de la nota del reportero español que es por demás extensa. Ella inicia hablando de los casos de abusos sexuales en la Iglesia, pero rápidamente inicia el abordaje del «resto». Ese «resto» que llamamos las profundas razones, o mejor, la totalidad de las razones, que explican en gran medida los actuales ataques al Papa, y en su persona a la Iglesia.
Por Saúl Castiblanco
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