viernes, 22 de noviembre de 2024
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¿Quiénes son los pederastas?

Bogotá (Miércoles, 14-04-2010, Gaudium Press) Los escándalos sexuales con menores -al orden del día- descubren ante la opinión pública monstruosidades que cierta midia intrumentaliza de acuerdo a conveniencias ya no solo políticas sino ideológicas, y de gran calado.

En Colombia tenemos cifras simplemente aterradoras. Basta que uno que otro de los varios periodistas que hoy conforman la vanguardia de vengar el pudor, se ‘eche una paseadita’ por la Unidad Investigativa de Delitos Sexuales de la Fiscalía para que verifique de primera mano los porcentajes que en esa materia presenta el remedo de familia que abunda hoy en este adolorido país.

En cifras concretas los abusos por parte de padrastros superan el 80%.

Y no era para menos en un estado que legalizó el divorcio por nimiedades y declaró a la parentalidad soltera heroína nacional.

A ninguno de los grandes vengadores mediáticos del pudor nacional (los mismos que dirigen revistas de dudosa moralidad) se le ha ocurrido atar cabos a ver si descubren la influencia lejana de los años sesenta que tan cordialmente denominan los años de la revolución sexual.

Fue una época en que Elvis Presley y los Beatles inocularon una transformación cultural que tuvo como fondo de cuadro la caída de las barreras del horror natural a la impudicia y a lo sordido. Mayo del 68 le quitó las corbatas a los universitarios y acabó con las residencias estudiantiles masculinas y femeninas para unir todo en total promiscuidad. Psicólogos y psiquiatras de todas las latitudes canonizaron a Freud y su hoy harto cuestionado procedimiento de penetrar el inconsciente humano. La poderosa industria cinematográfica promocionó prototipos juveniles libertinos, agresivos y siempre en conflicto con sus progenitores. El divorcio comenzó a ser visto como algo natural y como la única vía para arreglar los inevitables desencajes conyugales, que antes la caridad cristiana sanaba con paciente amor de Dios y santa resignación.

Así las cosas, el joven de la época y sesentón de hoy, temía ser estigmatizado como «zanahorio», término ruin que sindicaba a un buen hijo, obediente, respetuoso y amable con los mayores, en suma, sano moralmente e incluso piadoso.

Por supuesto que no todos los padrastros son pederastas. Pero bien dice el viejo adagio popular: «Siembra vientos y cosecharás tempestades». Acabada la familia, se daña la sociedad y tambalea la ética del propio Estado.

Por Antonio Borda

 

 

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