Bogotá (Miércoles, 21-04-2010, Gaudium Press) Hace más de 80 años -entre 1914 y 1934- la Iglesia en México vivió una de las más cruentas persecuciones religiosas de la historia, en la que varios religiosos dieron su vida en defensa de la fe católica. Entre estos mártires mexicanos se encuentra San Román Adame Rosales -sacerdote de profunda humildad y párroco por varios años de Nochistlán, municipio ubicado en el estado mexicano de Zacatecas-, a quien la Iglesia recuerda hoy de manera especial.
El sacerdote era conocido por su catequesis, por su gran devoción a la adoración del Santísimo -tanto así, que parte de su acción en su ministerio parroquial lo dedicó a la construcción de capillas para que los fieles tuvieran cerca al Santísimo-, y por dar grandes esfuerzos para que los enfermos recibieran atención y los niños, educación.
San Román fue recordado, además, porque ante cualquier sufrimiento o situación de dificultad -como fue la dura persecución que lo llevó a permanecer oculto y a seguir administrando los sacramentos de manera clandestina- siempre decía: «Sea todo por Dios».
Precisamente este lema se convirtió en eco en su vida, y un 21 de abril -en 1927, y un par de días después de que alguien delatara su escondite- fue fusilado junto con el soldado Antonio Carrillo, quien minutos antes se opuso al fusilamiento del sacerdote.
El párroco fue beatificado por Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000 junto con otros 25 fieles, la mayoría sacerdotes, que como él dieron la vida por la fe. Hoy los restos del santo son venerados en Nochistlán, y se cuenta, según testigos de la exhumación de su cuerpo, que su corazón se solidificó y en él quedó incrustado su Rosario.
Gaudium Press / Sonia Trujillo
Deje su Comentario