Bogotá (Jueves, 22-04-2010, Gaudium Press) «Hay pocas cosas nuevas bajo el sol». Con diversos matices y en las más variadas lenguas la expresión anterior circula como moneda corriente por el mundo, expresando una realidad que por sabida no puede ser más certera: muchas de las cosas que parecen inéditas no son sino meros remedos de épocas pretéritas.
Lo que tal vez sorprenderá a algunos es el origen del trecho del discurso a continuación, que, no, -aunque las apariencias engañen- no es el artículo editorial de un medio laicista de hoy, ni la expresión de un teólogo «disidente» o «independiente», ni el discurso indignado de mucho moralista improvisado de estas horas (de esos sin mucha autoridad moral):
«Hay casos de abusos sexuales que salen a la luz cada día contra un gran número de miembros del clero católico. Por desgracia ya no se puede hablar de casos individuales, sino de una crisis moral colectiva que quizá la historia cultural de la humanidad no ha conocido jamás en una dimensión tan aterradora y desconcertante. Numerosos sacerdotes y religiosos son reos confesos. No hay duda de que los miles de casos conocidos por la justicia representan sólo una pequeña fracción del número total y auténtico, desde el momento en que muchos abusadores han sido ocultados por la propia jerarquía».
Era esa una de las respuesta a la encíclica de Pío XI «Mit brennender Sorge» (Con viva preocupación), condenatoria del nazismo, de nada más ni nada menos que el propio ministro propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels. El discurso de Goebbels en el que artificiosamente acusaba a la Iglesia de «crisis moral colectiva», era pronunciado el 28 de mayo de 1937, dos meses después de difundida la encíclica, según recuerda Massimo Introvigne, en la edición del Avvenire del 16 de abril pasado.
Ante los pocos casos comprobados de pederastia en el clero alemán de entonces, la Iglesia había actuado con una energía encomiable, con el beato Von Galen, Cardenal arzobispo de Münster, a la cabeza. Entretanto, la reacción del régimen al «gran número» abusos tenía la desproporción reveladora de la verdaderas intenciones persecutorias. El derecho a impartir educación le fue suspendido a varias órdenes religiosas, cientos de sacerdotes fueron arrestados, muchos terminaron en campos de concentración. Hoy, la trama de la gran campaña anticatólica de Goebbels es conocida gracias a los oficios del antiguo jefe del contraespionaje alemán Wilhelm Canaris, que con el paso de los días fue tornándose anti-nazi, y quien en un acto de valentía que contribuyó a su condena encargó al abogado católico Josef Müller llevar a Roma una serie de documentos secretos sobre el tema, que evidenciaban la conspiración, según manifiesta Introvigne en el artículo referido.
Y es que, así como «Hay pocas cosas nuevas bajo el sol», de la misma manera, «Al final, todo (o casi todo) se sabe»…
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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