jueves, 21 de noviembre de 2024
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San Fray María Rafael Arnáiz: El "intercesor de los jóvenes" que se santificó por su fidelidad a la vocación

Bogotá (Lunes, 26-04-2010, Gaudium Press) Nacido en Burgos, España, el 9 de abril de 1911, fray María Rafael Arnáiz Barón -o simplemente Rafael, como lo llamaban comúnmente- desde muy joven se sintió fuertemente atraído por la vida contemplativa, especialmente por el estilo de vida del Monasterio de San Isidro de Dueñas, o Monasterio Trapese, de la Orden de la Trapa -orden monástica que se conoce como Orden Cisterciense de Estrecha Observancia-, que está ubicado en la provincia de Palencia en la Comunidad Autónoma de Castilla y León en España.

S Arnaiz.jpgJoven de gran inteligencia, buen amigo, de carácter alegre, y un hombre que amó profundamente a la Virgen María, Rafael hace parte del grupo de los Santos recientemente canonizados por Benedicto XVI -las últimas canonizaciones las hizo el Santo Padre el 11 de octubre del año pasado-, y quien la Iglesia hoy recuerda y celebra su vida como ejemplo para muchos jóvenes.

Perteneciente a una familia de de la alta sociedad española, el hoy santo, desde niño tuvo contacto con la vida religiosa y de piedad, gracias a la fe de sus padres y a los estudios recibidos en el colegio de los sacerdotes jesuitas. Fue un niño de gran fortaleza porque tuvo que hacerle frente al principio de una grave enfermedad que lo acompañaría el resto de su vida y que a la edad de los 11 años lo obligó a abandonar sus estudios.

Desde niño consagró su vida a la Madre de Dios

Según se narra en su biografía, fue precisamente a través de esta enfermedad que siendo aún niño, Rafael consagró su corazón a la Madre de Dios; «cuando se recuperó, su padre, en agradecimiento a lo que consideró una intervención especial de la santísima Virgen, a finales del verano de 1921 lo llevó a Zaragoza, donde lo consagró a la virgen del Pilar».

Años más tarde, siendo un estudiante de arquitectura en la Escuela superior de Oviedo, ciudad donde antes se había trasladado con su familia, supo unir sus estudios con una constante y apasionada vida de piedad participando activamente en la adoración nocturna en el oratorio Caballero de Gracia, la cual le confirmó un deseo que siempre había tenido en su interior y que, en otras palabras, fue el llamado particular que Dios le hizo: consagrarse especialmente a la vida contemplativa.

El sufrimiento que lo llevó a santificarse

Y efectivamente así lo hizo, a finales de 1933 decidió dejar sus estudios para, en enero de 1934, ingresar al Monasterio de San Isidro. Pero, cuando apenas llevaba algunos meses en el noviciado recibió una de las pruebas más difíciles de su vida; el diagnóstico de una fuerte enfermedad -diabetes sacarina-, que lo obligó, tal como le ocurrió como niño, a abandonar el monasterio, al cual regresó y abandonó en repetidas ocasiones por causa de del mal que padecía.

Fue precisamente esta heroica fidelidad a su vocación -que lo llevó a «sufrir con amor» su enfermedad y a luchar por permanecer en el Monasterio- lo que lo llevó a santificarse. Tanto así, que Dios lo llamó a su lado cuando apenas tenía 27 años un 26 de abril de 1938.

Por esta fortaleza que -pese a su enfermedad- reflejó, el 19 de agosto de 1989, cuando se celebrara la Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela, Juan Pablo II lo propuso como modelo para los jóvenes del mundo, y Benedicto XVI, el día de su canonización, lo presentó como el «intercesor de los jóvenes».

Gaudium Press / Sonia Trujillo

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