Bogotá (Jueves, 29-04-2010, Gaudium Press) Una simpática población de 2000 habitantes, a 170 kilómetros al noroccidente de la capital de Colombia, llamada Iza (en sus orígenes ‘La Limpia Concepción de Iza’, en honra a la Inmaculada Concepción) guarda, como muchos de los municipios del departamento de Boyacá, una ‘gema’ de invaluable estimación: la del ‘San Salvador’, o ‘Divino Salvador de la Piedra de Iza’. Él se aloja en la Iglesia parroquial, construcción que tiene ya una historia centenaria.
Desde el inicio del S. XVII Iza tuvo una «capilla doctrinera», de techo de paja, que en 1678 cede su lugar a una de adobe, tejas de barro y lajas, obra impulsada por la comunidad de padres franciscanos que misionaba en el lugar. La actual, fruto de varias trasformaciones de esa original -debidas en parte a movimientos sísmicos que han afectado la región- tiene una orgullosa torre, a cuyo lado está la espadaña de la antigua Iglesia. En su interior es bello el altar mayor -con la Imagen del Sagrado Corazón Señor del Mundo y de la Virgen- y el púlpito en madera recubierto de hojilla de oro. Se destacan también el bautisterio por su antigüedad y varios valiosos óleos. Entretanto, repetimos, hay allí una reliquia que desde hace siglos convoca la atención de todos los visitantes y que es celosamente venerada por los pobladores.
La roca |
Relata el padre fray Juan Agustín Camacho que «el 23 de Abril de 1748 entre las 11 y las 12 del día cuando me fui a visitar a María Candelaria Cerón quien estaba enferma de los ojos, sin esperar a ponerme el manto me fui ya en el camino a la derecha vi en el aire como un rostro que medio divise con el ojo derecho, y habiendo avanzado como unos seis pasos me suspendí con mucho impulso y retrocedí hacia atrás a un montón de piedras, en las cuales dado el rayos del sol, en medio de ellas estaba la de mi Señor, el Divino Salvador; la levanté y al ver que era la imagen del Señor me la introduje en el pecho y proseguí mi camino hacia la mujer enferma, y luego de haberla saludado a ella y a otras gentes con sus hijos, saqué mi piedra del pecho para ver si era engaño mío, y habiéndolo visto los presentes todos comenzaron a aclamar y a darle el nombre de San Salvador. Empecé a mostrarlo a todas las gentes, unos la besaban y otros no. En el mismo año me visitó Francisco Calvo, quien manifestó que no podía rendir culto por no divisarse con claridad el rostro del Salvador. Al año siguiente volvió a verla y encontró que estaba patente su majestad mi señor San Salvador y que sin lugar a dudas era digna de culto.»
El P. Luis Pirachicán, bendiciendo con el relicario que contiene la piedra |
Desde entonces, el Señor de la Piedra de Iza es el término de la peregrinación de muchos, que allí dejan sus pesares, imploran sus favores, agradecen las dádivas. Hoy la piedra está incrustada en un relicario que la protege. A ella la fe popular ha compuesto una elevada oracion:
Dulcísimo Divino Salvador de la Piedrecita de Iza: Tuyos somos, y tuyos queremos ser; humildemente postrados ante tu Sagrada Imagen revelada, te consagramos nuestras personas, nuestra casa, nuestra familia, con todo lo que somos y todo lo que tenemos. Reina en nuestra casa como en un hogar que te pertenece y no permitas que te sea arrebatado lo que con tanto amor te hemos consagrado.
Derrama amorosamente sobre nosotros las bendiciones que has prometido a los que te adoran y veneran tu sagrada imagen. Enriquécenos con la paz de que gozan las familias que cumplen tu Divina Voluntad. Compadécete, de los que ingratos se alejaron de Ti, ilumina a aquellos que todavía no conocen las riquezas de tu amor; atráelos con la suavidad de tu gracia. Santifica Dulce Redentor, nuestra casa y familia, para que acabando en paz la carrera de esta vida pasemos a alabarte en la terna mansión celestial. Amén.
Al Divino Salvador de la Piedra de Iza se le destina para su celebración el 21 de abril de todos los años. En esa ocasión y durante varios días el pueblo se engalana, y realiza diversas actividades culturales y recreativas.
Gaudium Press / S. C.
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