Bogotá (Viernes, 07-05-2010, Gaudium Press) Hace 192 años, el 17 de julio de 1818 en Bargone, Italia, el país europeo dio a luz un santo que siempre estuvo dispuesto -con humildad, obediencia y en silencio- a buscar la voluntad de Dios. Bautizado con el nombre de Agustín Roscelli -el mismo día de su nacimiento, porque se temía por su vida-, su existencia estuvo siempre impregnada por un gran amor por Aquél que lo creo. Hoy la Iglesia conmemora la vida de este santo quien fundó la Congregación de Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
Perteneciente a una familia pobre en medios materiales, pero rica en la fe y en virtudes cristianas, sintió el llamado al sacerdocio siendo muy joven, gracias a una misión que, en mayo de 1835, animó el Archipresbítero de Chiavari, en Italia, Antonio María Gianelli, quien hoy también es un santo italiano.
Su formación hacia el sacerdocio la realizó en la ciudad de Génova. Allí vivió tiempos difíciles y tuvo que afrontar varios desafíos económicos que supo sobrellevar gracias a su gran fuerza de voluntad, su tenacidad, la intensa oración y al corazón de algunas personas que le brindaron su apoyo. Fue ordenado sacerdote por el Cardenal Plácido María Tadini el 19 de septiembre de 1846.
Recordado como «Santo confesor» y por su gran deseo por ayudar a las jóvenes presas de peligros
Como sacerdote al Padre Roscelli se le encomendó la misión de trabajar en el populoso barrio de San Martín de Albaro, donde empezó a mostrar su gran dedicación a la confesión -incluso por este hecho algunos hoy lo llaman el «Santo confesor»-. Fue precisamente en el confesionario donde se acercó a la triste realidad y de los peligros a los que se enfrentaban las jóvenes de la época, quienes por su necesidad de trabajar, se convertían fácilmente en presa de personas deshonestas al tener que trasladarse a otras ciudades.
En 1874, como Capellán del Orfanatorio Provincial, conoció de cerca las dificultades por las que pasaban algunas madres solteras quienes, siendo jóvenes sencillas de pueblo y por falta de un trabajo digno y bien retribuido, eran víctimas de personas malintencionadas.
Por estos acontecimientos que rodaban constantemente su labor como pastor, el Padre Roscelli anidó en su corazón un fuerte deseo de salvar a las jóvenes de las trampas y de los peligros morales, el cual se materializó años más tarde -gracias a la propuesta que le hicieron algunas de sus penitentes-, en las escuelas taller, que consistían en centros donde las jóvenes recibían instrucción religiosa y moral, de la mano de la formación humana y cristiana, para que éstas pudiesen enfrentar los peligros de las ciudades.
Congregación de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María
Un par de años después, el 15 de octubre de 1876, e inspirado por las maestras de las Casas-Taller, hizo realidad su tímida idea de una Congregación religiosa la cual recibió la bendición del mismo Papa Pio IX, quien le dijo al Padre Roscelli: «Deus bendicat te et opera tua bona» -«Dios te bendiga a ti y a tu buena obra»-.
El 22 del mismo mes el sacerdote les entregó el hábito religioso a las primeras Hijas, a quienes llamo Hermanas de la Inmaculada. Años después la obra se condolida y se extiende más allá de las fronteras italianas.
El Padre Roscelli muere el 7 de mayo de 1902 y es canonizado casi 100 años después por Juan Pablo II el 10 de junio de 2001, quien en la homilía de la canonización señaló: «El amor de Dios a los hombres se manifestó con particular evidencia en la vida de San Agustín Roscelli, a quien hoy contemplamos en el esplendor de la santidad. Su existencia, totalmente impregnada de fe profunda, puede considerarse un don ofrecido para la gloria de Dios y el bien de las almas».
Gaudium Press / Sonia Trujillo
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