Argentina (Lunes, 10-05-2010, Gaudium Press) Como parte de sus orientaciones pastorales para este último trienio, Monseñor Hugo Norberto Santiago, Obispo de Santo Tomé, en Argentina, da a conocer a toda la comunidad eclesial su tercera carta pastoral titulada: El Discípulo es Misionero y el Misionero es Discípulo.
Ser misionero es responde al llamado de Dios, quien envía a cientos de hombres a ayudar, a orar de manera especial, a escuchar, a comprender y a trabajar en beneficio de los más vulnerables de cuerpo y alma.
Mons. Norberto Santiago |
«El apóstol-misionero tiene que tener conciencia de dos verdades fundamentales que hacen a su identidad: va en nombre de Otro y a apacentar a los que son de Otro. Ni es el Salvador, ni aquellos a los cuales es enviado son propiedad suya. Va en nombre de Cristo a hacerse cargo con amor y responsabilidad de los que son de Cristo. Si el misionero va en nombre propio y trata a los destinatarios de la misión como si fueran suyos, aunque tenga muchas capacidades, sea muy activo, llegue a los más alejados, incluso aunque entregue la vida, ha fracasado de antemano, no salvará ni siquiera a uno, sencillamente porque no es el Salvador», expresó Monseñor.
Así, «la misión es una cuestión de amor, porque quien no hace por amor lo que está llamado a hacer, lo realiza como un esclavo y un esclavo no le interesa a nadie, ni siquiera a Dios. Por eso la misión es una cuestión de amor a Jesucristo y a los hombres», agregó el prelado.
En este mismo sentido, y al referirse al discipulado, Monseñor, lo caracteriza como una actitud permanente por dos razones, primero «porque el cristiano nunca dejará de ser discípulo y porque la fe es una cuestión de amistad con Dios», explicó.
Es por esto que la oración del misionero debe ser también una constante, pues a través de ella se llena de fuerza, serenidad, confianza y amor por Dios y sus prójimos.
El anuncio del Kerygma
Por otro lado, en su carta pastoral el Obispo de Santo Tomé, hace referencia al anuncio del Kerygma, el cual «está identificado con la misión porque es la Buena Noticia que se da a los pobres, es el consuelo que se lleva a los afligidos, la liberación que se anuncia a los cautivos, es el año de gracia del Señor, de perdón de los pecados que se comunica. (cfr. Lc 4, 18 ss)», manifestó.
«Los efectos del kerygma en el destinatario de esta Buena Noticia, son al menos cuatro. (cfr Lc 24, 13-35) Primero: se abren los ojos, la persona comienza a tener una cosmovisión nueva, mira con ojos nuevos a Dios al que descubre como Padre, a los demás que ve como hermanos, a la creación en la que encuentra huellas de Dios Creador. El propio sujeto se descubre hijo querido de Dios, amado por Jesucristo (…); el segundo efecto es que ‘arde el corazón’. El kerygma nunca es un anuncio teórico sino de profunda significación para la persona, lo cual hace que se estremezca por dentro y reciba una explicación: Esto que te ha pasado significa que Jesús está vivo, este nuevo modo de ver las cosas, esta enfermedad curada, este retorno a la comunicación y al encuentro que se ha dado en tu vida, es obra del Espíritu Santo, del Espíritu de Cristo vivo (…); el tercer aspecto es el marco comunitario. Aunque la vivencia del kerygma sea algo muy personal, la dimensión comunitaria está siempre presente, (…); el cuarto aspecto es el anuncio, la comunicación de lo que ha acontecido. Las buenas noticias recibidas tienen en común una característica: son una alegría que no se puede guardar, y a la hora de la comunicación se suele pensar primero en las personas más queridas», agregó Monseñor.
Así, con reflexiones tan significativas como las anteriores, Monseñor Hugo Norberto Santiago, comparte con su comunidad la importancia de reconocerse discípulos y misioneros, que a través de la palabra y la evangelización pueden llevar a cada rincón del mundo la presencia viva de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Gaudium Press / Nathali J. Rátiva M
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