Novo Hamburgo (Lunes, 10-05-2010, Gaudium Press) En su más reciente artículo, el obispo de la diócesis de Novo Hamburgo, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, Mons. Zeno Hastenteufel, discurre sobre la celebración del Día de Pentecostés, que la Iglesia Católica conmemora el próximo día 23 de mayo. Al inicio de su texto, el prelado comenta, que al observar lo que de hecho sucedió en el primer Pentecostés, después de la muerte y resurrección del Señor, es posible percibir cómo aquel día fue el inicio de todo.
Mons. Zeno Hastenteufel |
«Antes eran tímidos y miedosos apóstoles, aún marcados por lo que ocurrió en la Pascua, siempre con puertas y ventanas cerradas, expresaban miedo de los judíos. Pero, después de experimentar aquella vivencia y sentir aquellas lenguas de fuego, abren puertas y ventanas y Pedro comienza a hablar para una multitud reunida, por causa de la fiesta», recuerda el obispo.
Mons. Zeno menciona la figura del apóstol Pedro, que en aquella ocasión citó las Escrituras, pues estaba convencido de que el Espíritu Santo había descendido sobre ellos y que ahora le cabía anunciar al Cristo resucitado. El apóstol dice: «Jesús fue un hombre de Dios acreditado por Dios entre vosotros, por los milagros, prodigios y señales que Dios realizó entre vosotros, por medio de él, como bien lo sabéis. Dios, en su designio y previsión, determinó que Jesús fuese entregado por las manos de los impíos, y vosotros lo matasteis, clavándolo en una cruz. Pero Dios lo resucitó, liberándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella lo dominase» (At 2,22-24).
El obispo sigue en su artículo diciendo que, posteriormente, vino el fenómeno de la glosolalia, esto es, el fenómeno en el cual todos entendían la lengua comunicada por Pedro, aunque muchos oyentes fuesen extranjeros y hablasen otros dialectos. «Pero, cuando el Espíritu es de Dios, todos se entienden. Es lo opuesto de lo que aconteció en el Antiguo Testamento, en el Génesis, cuando los hombres quisieron hacer una torre y subir hasta allá, tornándose igual a Él. Allá en la torre de Babel, las lenguas fueron confundidas, y nadie más se entendía», dice.
Para Mons. Zeno, después de la venida del Espíritu Santo, los hombres nuevamente se entendieron y hablaron la misma lengua, a través del testimonio y de palabras llenas de espíritu y vida. Conforme el prelado, era la novedad radical de esta nueva realidad que se estaba manifestando. «Es en este momento que comienza la predicación de la Iglesia. Si miramos los Hechos de los Apóstoles, percibimos como de a poco se forman las comunidades y como la Iglesia avanza. Con los viajes misioneras de Pablo, la Iglesia se establece por toda Asia Menor, llegando después hasta Roma y toda Europa», concluye.
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