Bogotá (Martes, 25-05-2010, Gaudium Press) «Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús» (Hch 1, 14): En el Cenáculo, junto a la Virgen, se hallaban los apóstoles y los discípulos, cuando el ruido como de una ráfaga de viento y lenguas de fuego posadas sobre las cabezas de todos, anunciaron al mundo la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés.
De manera afín, el pasado domingo 23, día en que la Iglesia celebraba la festividad de la llegada del Espíritu Consolador, más de 500 personas -amigos y participantes de la Asociación Heraldos del Evangelio- se reunieron en el Auditorio principal del Colegio Eucarístico, al norte de Bogotá, para vivir juntos «Un día con María». Los asistentes provenían no solo de la capital colombiana sino de diversos lugares de todo el país: Cali, Palmira, Pasto, Ibagué…
Desde tempranas horas fueron llegando los participantes. Y en ellos fácilmente se percibía la feliz expectativa por el arribo de la «invitada» especial de la jornada. Es así, que alrededor de las 9 horas hizo su aparición y entrada solemne la Imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María, portada en andas por Heraldos del Evangelio y rodeada de cooperadores de esta Asociación. En ese momento «lloré -declaró una de las asistentes- pues sentí que era la propia Virgen María que entraba».
Tras el ingreso magnífico de la imagen de María Santísima, dio inicio la celebración de la eucaristía, oficiada esta vez por el P. Carlos Tejedor E.P., superior de los Heraldos del Evangelio en Colombia. El acompañamiento musical litúrgico quedó a cargo de la rama femenina de la Asociación, que interpretó consagradas melodías gregorianas favoreciendo así la piedad en un ambiente que ya era enormemente bendecido. En la homilía, el sacerdote se explayó sobre el magno acontecimiento habido en Pentecostés hace dos milenios, la manera como el Espíritu Santo había transformado radicalmente a los hombres sobre los cuales se posaran las lenguas de fuego, y la necesidad que tienen los cristianos en la actualidad de recibir ese grande y benéfico influjo del Divino Espíritu Creador.
Antes de la conclusión de la misa, la coronación solemne de la Imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María señaló uno de los momentos auge de la jornada. Con los ojos fijos en la estatua de la Virgen, y al instante en que era colocada la corona en la sienes de la imagen, los presentes depositaban en la Madre de Dios todas sus esperanzas y la proclamaban una vez más como Reina del cielo, de la tierra y de sus propios corazones.
Después de la misa se dio inicio a un periodo de Adoración al Santísimo Sacramento. El silencio reparador de esos momentos fue en ocasiones matizado por piadosas narraciones, conteniendo significativas enseñanzas espirituales. La Adoración culminó con una consagración de todos al Divino Espíritu Santo, Patrono de la ocasión.
Entretanto, la calma y la serenidad propias a la exposición del Sacramento del Altar dieron paso a una viva alegría animada por melodías musicales. Jóvenes integrantes de la Academia y Seminario de los Heraldos del Evangelio de Bogotá, que conforman una meritoria banda sinfónica, brindaron a los presentes un espléndido concierto de temas alemanes, ingleses, de pasodobles y cantos marianos populares, que arrancaron vivos y nutridos aplausos del auditorio.
Y así continuó la jornada, en un ambiente de unción, alegría, sacralidad, benevolencia, trascendencia… Un ambiente que ciertamente hacía recordar lo ocurrido en Pentecostés.
Al final, el comentario de un asistente tal vez sirva como resumen de todo lo allí ocurrido: «Salgo de este programa con un aumento de la fe y de la confianza, porque a pesar de los problemas que hay en nuestra Iglesia, veo que ella está hoy está más fuerte que nunca…»
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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