Bogotá (Miércoles, 26-05-2010, Gaudium Press) No es una advocación de María Santísima en México pero bien que podría llegar a parecerlo, si leemos algo relacionado con la vida de una mujer que algunos llamaron «Ángel de la Sociedad Mexicana», nación tan del corazón de Nuestra Señora de Guadalupe.
La Sierva de Dios María del Refugio Aguilar y Torres, fundadora de las hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento, daba toda la apariencia de haber nacido para ser una distinguida madre de familia mundanizada, en un México convulsionado espiritualmente por las codicias políticas y el boato de Porfirio Díaz.
En 1.886 a la edad de 20 años ya cumplidos fue casada por conveniencia con un funcionario político del Porfiriato, muy bien ubicado y con ambiciones que iban incluso más allá de sus posibilidades. Esto hacía de este hombre un carácter difícil de tratar. Aunque fue el primer trago amargo para esta hermana mayor de ocho hijos de un matrimonio muy reconocido en San Miguel de Guanajuato, el halago de una vida mundana, cómoda y llena de reconocimientos políticos, adormeció algo la contrariedad de tener que ser la esposa de un hombre viudo prestante, que le llevaba 16 años y estaba vinculado a poderosos círculos políticos, aunque disimuladamente anticatólicos.
Sin embargo la Divina Providencia tiene planes que no coinciden con nuestros proyectos de vida, cuando estos son enteramente mundanos. A los tres años de matrimonio el promisorio alto funcionario Don Ángel Cancino falleció de pulmonía fulminante, pero edificado por el piadoso ejemplo y la dedicación de su esposa que había sido muy bien educada en materia religiosa.
Viuda a los 24 años de edad y con dos hijos, regresó al hogar paterno a tratar de organizar su vida con la esperanza de formarlos y verlos crecer, pero el niño mayor, con apenas cinco años de edad, fallecía también sin que ningún médico pudiese hacer nada. María del refugio, de buena formación Católica en su hogar, comenzó ciertamente a cuestionarse el sentido de la vida.
Nada fea, todavía joven, de prestante posición social y económica, podía significar un buen partido, bien si se calculaba que todavía tenía vivos a sus padres, apenas una hijita y sus hermanos en buena situación económica. Ser católica practicante, hija de un hogar preservado en la verdadera fe y llevar sus prácticas piadosas con la mayor naturalidad, creó las condiciones para que el Espíritu Santo inspirara en ella mociones intensas de amor al prójimo por puro amor de Dios.
El dedicarse a preparar niños para hacer la primera comunión le fue llevando a una comprensión muy íntima y personal de Jesús en la Eucaristía. El siguiente paso fue graduarse como maestra y fundar un colegio para niñas de élites tradicionales con el apoyo de sacerdotes que había buscado como confesores, directores espirituales y confidentes de su proyecto. En el proyecto participarían otras distinguidas damas de la sociedad mexicana y también su propia hija.
Del colegio a la idea de una congregación religiosa femenina dedicada a la educación lo más primorosa posible -y con énfasis en la distinción y alta categoría de sus educandas- pasó María del Refugio por un puente de terribles contrariedades donde no faltaron las persecuciones en tiempos de Plutarco Elías Calle, cuando incluso bombardearon y destruyeron las construcciones católicas de educación.
La nobilísima idea de formar moral y religiosamente las mujeres de la clase social que por naturaleza influye en el resto de la sociedad, no era nueva, ni siquiera en México, pero hacer damas de la sociedad adoradoras de Jesús Eucarístico, es simplemente admirable y augura una cascada constante de bendiciones celestiales para sus hijas espirituales que este 2010 están celebrando en Colombia los cien años de la fundación.
Bendiciones que esta Sierva de Dios fallecida en 1.937, ciertamente no dejara de suplicar de rodillas para su obra.
Por Antonio Borda
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