Bogotá (Jueves, 27-05-2010, Gaudium Press) Lo legendario de los Molinos de viento en Castilla o en Holanda, no está precisamente en su funcionalidad eólica sino en la modesta belleza y simplicidad cordial, que evoca trabajo humilde y duro pero que rinde y da prosperidad.
Foto: Slimmer Jimmer |
Cervantes los inmortalizó en las aventuras de su ingenioso Hidalgo y Alphonse Daudet en esas bellas ‘Lettres de mon Moulin’ (Cartas desde mi molino). Sin embargo el legendario molino de la Mancha, o el que está plantado a orillas de un canal de la antigua Flandes española o incluso de la Provence que todavía huele a Lavanda, tiene viejas historias que contar, y una de ellas es que su origen y carta de legitimidad, o mejor, su partida de bautismo, reposa por ahí en algún rincón de la Cristiandad.
Como muchos de esos inventos que los ‘iluminados’ del siglo XIX quiso atribuirle a la razón, simplemente porque le mejoró algo a su rusticidad o eficiencia, el molino de viento propiamente dicho es un descubrimiento universal que, durmiendo en el subconsciente colectivo de la humanidad desterrada del paraíso, estalló de pronto casi simultáneamente entre varios pueblos y culturas desde el Oriente Medio hacia Occidente, por un misterioso fenómeno que todavía hoy desconocemos. A ciencia cierta se sabe que de la India hacia China no prosperó la idea. En Persia se encontraron rastros que podría hacer sospechar que eran conocidos siete siglos antes de Cristo.
Foto: Docman |
Lo que sí está bien probado es que los primeros cruzados encontraron algo muy parecido en Siria aunque de un asombroso primitivismo. Como ni los romanos ni muchos menos los bárbaros habían desarrollado técnica parecida, bien pronto la llevaron a Europa donde adquirió derechos de ciudadanía, legitimidad y lo que es más importante, se hizo más funcional, bonito y legendario con su torre y sus aspas largas como alas atrapando el viento.
¿Quién no suspira viendo a los lejos un molino por la meseta Castellana, por los floridos campos de la Provenza o asomado a los canales de la umbría Holanda? Bastó que unos cruzados enrolados en la recuperación de los derechos cristianos de tierra santa -arbitrariamente atropellados por los musulmanes que ya nos respetaban acuerdos- se trajeran la idea y la perfeccionaran hasta hacer de ella literatura, música y pintura prácticamente inmortal que ha superado siglos de guerras y revoluciones. Y algo muy importante, harinas suaves de trigos finamente molidos que dieron la inmensa variedad de panes que solo Europa ofrece, los finos aceites de oliva y uno que otro vino de uva macerada en un lagar pisado por la piedra enrojecida.
Foto: Daveness 98 |
Si los molinos no fueron inventados en Europa, se hicieron bellos, más prácticos e incluso metafísicos, cuando los trajo la cristiandad para su huerta, buscando a Dios en el trabajo al viento.
Por Antonio Borda
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