sábado, 23 de noviembre de 2024
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Los instintos superiores del hombre

Bogotá (Martes, 01-06-2010, Gaudium Press) Sabemos que hay algo que explica con la mayor profundidad todo el dinamismo del hombre y es su «instinto» fundamental de búsqueda de la felicidad. El hombre busca la felicidad de forma inexorable; todo lo que hace tiene ése como fin último.

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«Sólo Dios basta» Foto: Damien HR

Esta importante verdad -muy analizada por la teología moral, que identifica en líneas generales fin del hombre, felicidad y Dios- es poco focalizada por la psicología laica cuando trata de los instintos, y cuando considera a la «mente» en general. Muy orientada hacia los conflictos, y hacia la superación de dificultades, patologías y ‘traumas’, la psicología clínica común no tiene muy en cuenta la tendencia «princeps» del hombre hacia su felicidad. De la anterior consideración tal vez se libren un tanto Abraham Maslow y Carl Rogers, y quienes se inspiren en sus consideraciones teóricas y práctica clínica en el enfoque humanista de la psicología.

En sentido contrario, cuando la psicología católica habla de instintos, a la par de incluir en esa categoría los que comúnmente allí se ponen, ella agrega las «tendencias superiores» o «ideales» del hombre (v. gr. «Psicología», Samuel Vargas Montoya). «Son esas tendencias la causa de la constante inconformidad del alma ante la escasez de recursos que a sus aspiraciones ofrece el mundo material y visible, un estado particular, que se caracteriza por la ‘sed de infinito’ de la que nos habla Pascal», dice Vargas Montoya. Son ellas las tendencias hacia lo bello, lo bueno y lo verdadero absolutos, es decir la tendencia suprema hacia Dios, plenitud del Ser, Belleza perfecta, Bondad total, Verdad plena. Y realmente todos deseamos que una Bondad infinita nos cubra con su amor, que una Verdad total nos ilustre e ilumine con su ciencia, que una Belleza sublime cerque nuestras vidas e impregne nuestro ser.

Esas tendencias superiores piden también ser complacidas, y como toda tendencia, cuando satisfecha, genera una emoción o sentimiento placentero; solo que el deleite fruto del intento de satisfacción de las tendencias superiores es mucho más profundo y amplio, pues surge de las esenciales inclinaciones del ser humano. Decimos ‘intento’, pues sabemos que la posesión de la Belleza perfecta, de la Bondad total, y la Verdad plena solo la tendremos en el Cielo, si allá arribamos con favor de la Virgen.

Entretanto esos ‘intentos’ bien valen la pena, pues nos van acercando al Ser y a la Felicidad que todos deseamos en profundidad. Nos acercamos a la Verdad siendo veraces, buscando la adecuación de nuestro intelecto con la realidad de las cosas, rechazando la falacia, la mentira. Nos acercamos a la Bondad cuando procuramos realmente aquello que hace bien a la integridad de nuestras personas, y cuando lo deseamos y procuramos para el prójimo. Nos acercamos a la Belleza plena cuando en todas las cosas que nos cercan y nos causan admiración buscamos en qué ellas reflejan el ‘pulchrum’ perfecto del Creador.

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Caminar hacia la Belleza plena, la Verdad total, la Bondad infinita

Foto: Fdecomite

La convicción de que solo el caminar hacia la Verdad, Bondad y Belleza supremas nos traerá la verdadera felicidad debe animarnos en la lucha diaria, pues es bien cierto que esta senda no siempre es fácil y con frecuencia está sembrada de obstáculos. Es común que una mentira, más o menos grave, pueda ser la tentación que nos desvíe de la afirmación de la verdad. Es corriente que algunas veces nos veamos inclinados a un bien inferior en detrimento de los bienes superiores de nuestra alma. Es frecuente que la trampa del fruir de forma egoísta ‘pulchrums’ creados, aleje al hombre del fructífero ver a Dios en la belleza del Orden del Universo. En esas ocasiones es bueno recordar, que si el engaño, la maldad y el egoísmo pueden dar la apariencia de felicidad, ella es solo una mera apariencia, falaz, pasajera, y finalmente amarga, pues la verdadera felicidad solo se halla en Dios, y en el caminar hacia Él ya aquí en la tierra.

Como decía Santa Teresa la Grande: «Nada te turbe;/ nada te espante;/ todo se pasa;/ Dios no se muda,/ la paciencia/ todo lo alcanza./ Quien a Dios tiene,/ nada le falta./ Solo Dios basta».

Y no olvidemos tampoco, que en ese camino hacia el Eterno podemos contar con el indispensable auxilio de la gracia, que viene a nuestro espíritu fundamentalmente por medio de la oración y los sacramentos.

Por Saúl Castiblanco

 

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