Santiago (Lunes, 14-06-2010, Gaudium Press) Durante la mañana del sábado 12, más de 300 sacerdotes se congregaron en la Catedral Metropolitana para finalizar por medio de la celebración eucarística el Año Sacerdotal convocado por el Papa Benedicto XVI con motivo de los 150 años del fallecimiento del Santo Cura de Ars, modelo para los presbíteros.
La jornada de clausura fue encabezada por el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien durante la madrugada arribó al país desde Roma, en donde participó de las celebraciones de culminación del Año Sacerdotal organizadas por la Santa Sede.
Acompañados por centenares de fieles, los presbíteros iniciaron el encuentro con un momento de oración personal y Adoración al Santísimo. En la ocasión, los pastores de la Arquidiócesis de Santiago agradecieron a Dios por la vida de todos aquellos sacerdotes que cumplen fielmente su misión de anunciar el Evangelio a hombres y mujeres en todo el mundo; y pidieron perdón por las faltas y pecados cometidos.
Una vez culminada la Adoración se procedió a la celebración de la Solemne Eucaristía que fue concelebrada por todos los sacerdotes presentes en el Templo.
Vocación sacerdotal: un ministerio extraordinario
En su homilía, el Cardenal reflexionó en torno a la vocación sacerdotal, afirmado que ésta no es un oficio, ni tampoco una profesión; sino un verdadero ministerio en que el que ha sido llamado tiene una identificación total con Cristo.
«Realmente nos escogió porque él quiso, no tenemos explicaciones humanas de por qué nos tocó a cada uno de nosotros, de por qué nos eligió para que estuviéramos con él (…) Hemos sido elegidos para realizar acciones salvíficas, acciones liberadoras del poder del pecado y de la muerte, acciones santificadoras. Hemos sido elegidos para realizar acciones sacramentales en el nombre de Jesucristo. ¡Es realmente extraordinario!», manifestó.
Y agregó que el desafío diario de cada sacerdote es «ser cada vez más Jesús, más transparente del primogénito y que lo reconoce como su hermano. ¡Qué hermosa es nuestra vocación! Por eso mismo, estamos llamados especialmente vivir unidos a Dios y a los hombres. Siendo Jesús tenemos una unión especial con las personas, con aquellos que Dios nos confía. Una vocación especial de amar con Jesús y como Jesús. Una vocación especial para perdonar con Jesús y como Jesús. Realmente qué hermosa es nuestra vocación de poder ser Jesús, de poder actuar como Jesús, de poder amar y perdonar como Él».
Unidad y comunión en el presbiterio
Más adelante, el purpurado invitó a los presbíteros a permanecer unidos y en comunión permanente: «Dios nos hizo al ordenarnos colaboradores de los obispos, y nos hizo hermanos entre nosotros; y por lo tanto que la alegría de cualquiera de nosotros sea una alegría para todos, y que el dolor de alguno de nosotros sea el dolor de todos, y que los talentos de unos sean los talentos de todos (…) Queridos hermanos, necesitamos que el pueblo de Dios tenga la experiencia de nuestra fraternidad, que la sienta con ellos. Y que nunca piense el pueblo de Dios, ni lo sienta, ni sea realidad, que existan divisiones en el presbiterio, que no hay acogimiento de los unos con los otros».
«Vivamos como imagen de aquel que es nuestro primogénito. Vivamos como aquel que es el amor y que nos asoció a su amor. Vivamos, por eso, como imagen del amor de Dios, liberador, salvador, en medio de los hombres. Unámonos a los sacerdotes del mundo y expresemos la gran alegría que tenemos por nuestra vocación y esa gratitud por que Dios se haya fijado en nuestra pequeñez. Queremos vivir en gratitud, en fidelidad y en profundo espíritu de oración y contemplación, imitando a la Santísima Virgen y viviendo como hermanos, fraternalmente», finalizó el Arzobispo.
Gaudium Press / Igor Roco
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