Bogotá (Martes, 15-06-2010, Gaudium Press) A una hora de Bogotá, en el municipio colombiano de Tenjo, y resguardado por las montañas que bordean la sabana de la capital colombiana, en la vereda de Santa Cruz, se encuentra el Santuario María Rosa Mística; un sencillo, pero acogedor centro mariano, donde se venera a la Madre de Dios en su advocación de «Rosa Mística».
El santuario, que tiene la aprobación de la Iglesia, y cuyos documentos se encuentran en la Diócesis colombiana de Facatativá, consta de una capilla, una gruta y el jardín la cruz. Su construcción se inició en el año 2000, dos años después de que la Virgen María, en una imagen de la Rosa Mística que llegó a Colombia desde Alemania y fue entregada a la familia Manosalva Valenzuela, tuviera una manifestación muy especial a los ojos de la familia, quienes -en el año de 1993- se acogieron al amparo de la Madre de Dios, tras una calamidad familiar sufrida por uno de sus miembros.
Fue precisamente la misma familia Manosalva, en agradecimiento a María Rosa Mística, quien donó parte de un terreno de su estancia, situada en la vereda de Santa Cruz, para construir el santuario en honor a la Virgen en esta advocación.
El actual custodio del santuario es el diácono permanente Juan de Dios Manosalva -cabeza de la familia-, quien luego de las manifestaciones marianas, y tras las dificultades que vivió su familia, pasó por un proceso de conversión espiritual, y se ordenó -por la Arquidiócesis de Bogotá- como diácono permanente en noviembre del 2007.
El origen de la devoción a María Rosa Mística
Esta devoción a María, en su advocación de «Rosa Mística», encuentra apoyo en el año 1947 en Montichiari, Italia. Los hechos a los que vamos a referirnos aún no cuentan con la aprobación de la diócesis, aunque el obispo permite oficiar eucaristía en el lugar donde se habría dado la primera aparición. Refiere Pierina Gilli, enfermera, que la Madre de Dios se le apareció en la sala de un hospital. En esa ocasión la Madre de Jesús, quien vestía una túnica morada y un velo blanco, y en su pecho tenía tres espadas, le habría dicho a la enfermera: «oración, penitencia, reparación».
Más adelante, en el mismo año, la Virgen María se le presenta de nuevo a Pierina, pero en esta oportunidad llegó vestida de blanco, y en vez de las tres espadas tenía en su pecho tres rosas; una blanca, una dorada y una roja. Las tres rosas simbolizan: la blanca, espíritu de oración; la dorada, espíritu de penitencia, y la roja, espíritu de sacrificio y reparación.
En esta segunda aparición Nuestra Señora le manifestó a la enfermera que ella era la Madre de Jesús y madre de todos, y le dijo, además, que su Hijo la había enviado «para implantar una nueva devoción Mariana en todos los institutos, así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes», quienes, si la veneran de manera especial, «gozarán particularmente de mi protección», y «habrá un florecimiento de vocaciones religiosas».
La advocación Rosa Mística
Entretanto, la advocación de Rosa Mística con que se designa a la Virgen data de los tiempos de los Padres de la Iglesia.
Ya en el siglo V era la rosa un símbolo de la Virgen María. Edulio Caelio llamó a María Santísima «rosa entre espinas».
Tertuliano y S. Ambrosio afirman que la raíz representa la genealogía de David, el brote es María y la flor, rosa, es Cristo.
Desde la edad media se considera que el siguiente texto de Isaías hace referencia a la Virgen y a Jesús: «saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotará» como referente a María y Jesús.
Las letanías lauretanas, en honor a la Virgen, acuñan desde antiguo la advocación Rosa Mística para la Madre del Salvador.
Gaudium Press / Sonia Trujillo
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