Versión suscinta pero completa, de la maravillosa historia del fresco de la Virgen que cuelga en el aire en un bello pueblito de Italia.
Redacción (26/04/2024, Gaudium Press) Hoy se conmemora la fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo, extraordinaria advocación de la Virgen que no es tan conocida como lo merecería.
A continuación, una versión resumida de la historia de esta maravillosa advocación – usando textos de la Hna. Carmela Werner, EP, para entusiasmarnos con este apelativo de la Virgen:
En las lejanas tierras de Albania, más allá del Adriático, se encuentra la pequeña ciudad de Scútari. Edificada en una escarpada colina a cuyos pies fluyen los ríos Drina y Bojana, desde el siglo XIII tenía en su poder un precioso tesoro: la hermosa imagen de “Santa María de Scútari”. El santuario que la albergaba era el centro de peregrinación más concurrido del país, un importante punto de referencia para los albaneses en materia de gracias y consuelo espiritual.
La imagen es una pintura realizada sobre una delgada capa de estuco, de 31 cm. de ancho por 42,5 cm. de largo. Una penumbra de misterio y milagro cubre los orígenes del sagrado fresco: nadie sabe cuándo ni por quién fue pintado.
Intimidad y unión de alma
La pintura representa a la Santísima Virgen con inefable afecto maternal, amparando en sus brazos al Niño Jesús bajo un sencillo arco iris. Los colores son suaves, y finos los trazos de los admirables semblantes.
A mediados del siglo XIV Albania atravesaba grandes dificultades. Después de ser disputada durante siglos entre los pueblos vecinos, era invadida entonces por el poderoso imperio turco.
Sin estructura militar capaz de oponerse al enérgico adversario, el pueblo rezaba con angustia, confiándose al auxilio del cielo. La respuesta a tales oraciones no se hizo esperar: en la emergencia surgió un varón de Dios, de noble estirpe y devotísimo de María, decidido a luchar por la Patrona y por la libertad de su país. Su nombre fue Juan Castriota, en albanés llamado Scanderbeg.
A costa de inmensos esfuerzos bélicos, logró mantener la unidad y la fe de su pueblo. Las crónicas de su tiempo exaltan las hazañas realizadas por él y por los valerosos albaneses que lucharon a su lado estimulados por su ardor. Amaba a la imagen de “Santa María de Scútari”.
Sin embargo… al cabo de 23 años de luchas, Scanderbeg fue llevado de esta vida. La falta del piadoso líder era irreparable.
Todos presentían que la derrota estaba próxima. El pueblo se encontraba ante la trágica encrucijada de abandonar la patria o someterse a la esclavitud turca.
Envuelta en una nube luminosa
En esa situación de perplejidad, la Virgen del fresco se aparece en sueños a dos valientes soldados de Scanderbeg, llamados Georgis y De Sclavis, para ordenarles que la sigan en un largo viaje.
Cierta mañana estando ambos sumidos en oración ante la imagen, contemplan un hecho maravilloso.
El fresco se desprende de la pared y, llevado por ángeles, envuelto en una blanca y luminosa nube, va retirándose suavemente del recinto. Atónitos, siguen a la Virgen que avanza por los cielos de Scútari. Cuando se dan cuenta, están a orillas del Mar Adriático. ¡Habían recorrido treinta kilómetros sin sentir cansancio! Siempre rodeada por la blanca nube, la milagrosa imagen avanza mar adentro.
Perplejos, Georgis y De Sclavis no quieren dejarla; y entonces verifican, estupefactos y eufóricos, que bajo sus pies las aguas se convierten en sólidos diamantes, regresando al estado líquido tras su paso. Tal como san Pedro en el lago de Genezaret, estos dos hombres caminan sobre el Adriático guiados por la propia “Estrella del Mar”.
Sin saber decir cuánto tiempo caminaron, ni cuántos kilómetros dejaron atrás, después de un tiempo los soldados observan nuevas playas. ¡Estaban en la península itálica!
Sin embargo… ¿dónde estaba Santa María de Scútari? Miran a uno y otro lado, escuchan otro idioma, sienten un ambiente tan diferente al de su Albania del alma, pero ya no ven a la Señora de la luminosa nube. Había desaparecido. ¡Qué gran prueba! Comenzaron entonces una búsqueda infatigable.
Petruccia, una mujer de Fe
En esa misma época, en la pequeña ciudad de Genazzano, no lejos de Roma, vivía una piadosa viuda llamada Petruccia de Nocera, que para entonces ya era octogenaria, terciaria de la orden agustina, y cuya modesta herencia apenas le alcanzaba para vivir.
Ella había recibido del Espíritu Santo la siguiente revelación: “María Santísima, en su imagen de Scútari, desea salir de Albania”.
Si la comunicación sobrenatural la sorprendió, todavía más asombro causó en ella recibir de la Virgen misma la orden expresa de levantar el templo que debería recibir su fresco, así como la promesa de ser ayudada en el tiempo oportuno.
Comenzó, pues, Petruccia la construcción de la pequeña iglesia. Empleó todos sus recursos… que se terminaron cuando las paredes sólo llegaban al metro de altura. Los escépticos habitantes de la pequeña ciudad convirtieron a la viuda en blanco de burlas y sarcasmos, llamándola loca, visionaria, imprudente y anticuada. Pero ella atravesó confiada esta prueba tal como Noé, de quien se mofaban todos mientras construía el arca.
“¡Un milagro! ¡Un milagro!”
Era el día 25 de abril de 1467, fiesta de san Marcos, patrono de Genazzano.
A las dos de la tarde, Petruccia parte camino a la iglesia, pasando por la bulliciosa feria donde se ofrece desde tejidos de Génova y Venecia hasta un elixir de eterna juventud o un “poderosísimo” licor contra cualquier tipo de fiebre.
En medio del vocerío, el pueblo siente una melodía de singular belleza venida del cielo. Se impone el silencio. Todos notan que la música proviene de una nubecita blanca, tan luminosa que ofusca los propios rayos del sol, la cual baja gradualmente hacia la pared in conclusa de una capilla lateral. La muchedumbre acude estupefacta, ocupa el pequeño recinto y ve deshacerse la nube.
Ahí estaba suspendido en el aire, sin ningún soporte visible el sagrado fresco, la Señora del Buen Consejo. “¡Un milagro, un milagro!”, gritan todos. ¡Qué alegría para Petruccia y qué consuelo para Georgis y De Sclavis cuando pudieron llegar allá! Se confirmaba el superior designio de la construcción iniciada, y empezaba en Genazzano un largo e ininterrumpido desfile de milagros y gracias obrados por la Virgen.
El Papa Pablo II, tan pronto como supo de los hechos, envió a dos prelados de confianza para investigarlos.
Éstos confirmaron la veracidad de lo que se decía, y atestiguaron diariamente innumerables curaciones, conversiones y prodigios realizados por la Madre del Buen Consejo. En los primeros 110 días después de la llegada, se registraron 161 milagros.
Grandes devotos
Entre sus grandes devotos se destacan los papas san Pío V, León XIII -que introdujo a la Madre del Buen Consejo en la letanía lauretana-, san Pío X, Pablo VI y Juan Pablo II; y también numerosos santos como san Pablo de la Cruz, san Juan Bosco, san Alfonso de Ligorio o san Luis Orione. En el propio Santuario de Genazzano puede venerarse el cuerpo incorrupto del Beato Steffano Bellesini, uno de sus párrocos, gran propagandista de la devoción a la Madre del Buen Consejo.
El fresco causa la impresión de haber sido pintado hace pocos días, incluso si se observa de cerca. Entretanto, hace 535 años que se encuentra junto a la pared de una capilla lateral de la iglesia. Más aún: según atestiguan los documentos, ¡se ha mantenido suspendido en el aire durante todo ese tiempo!
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