domingo, 24 de noviembre de 2024
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Eugenia Joubert: la beata que conoció a Dios por el camino de la “infancia espiritual”

Bogotá (Viernes, 02-07-2010, Gaudium Press) Eugenia Joubert, beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de noviembre de 1994, siempre reflejó y experimentó en su vida su gran amor por la Madre de Dios, tanto así que el día de su nacimiento -que fue en Yssingeaux, Francia, el 11 de febrero de 1876 – coincidió con el aniversario de la primera aparición de la Virgen María en Lourdes.

De pequeña, fue una niña alegre y de gran corazón, por lo menos esto era lo que decía una de sus maestras en la pensión de las Ursulinas de Ministrel, en la que ingresó junto con su hermana. Fue presisamente en aque lugar donde empezó a compartir con sus demás compañeras su gran devoción por la Madre de Jesús y lo que significa ser hija de Dios. La entonces beata decía que el secreto para ser siempre una verdadera hija de Dios es siendo hija de la Santisima Virgen.

A los 19 años, en octubre de 1895, ingresa como postulante al convento, en Puy-en-Velay, Francia, de las religiosas de la Sagrada Familia del Sagrado Corazón. Un año después, en agosto, recibe el hábito religioso, y el 8 de septiembre de 1897 -en la fiesta de la Natividad de la Virgen María-, la hermana Eugenia pronuncia sus votos religiosos.

Fue precisamente aquel día -tras la homilía de la ceremonia de sus votos, en la que se hizo referencia sobre la infancia espiritual- cuando la hoy beata descubre que el camino para llegar a Dios es justamente «haciendose como niños». Desde entonces, Eugenia se esfuerza por alcanzar la «sencillez de un niño» practicando la humildad y la obediencia.

Este sentido de vida de «infancia espiritual», también la llevó, poco tiempo después de pronunciar sus votos, a trabajar con los obreros de Aubervilliers, a las afueras de París, donde tiene contacto con los niños. A ellos les toma gran cariño y comienza a dedicar gran parte de su apostolado, haciéndolos partícipes, de manera muy especial, de su amor a María.

Más adelante, en el año 1902, la hermana Eugenia empieza a padecer los primeros efectos de la enfermedad que la llevaría a la eternidad; la tuberculosis. Su muerte ocurre el 2 de julio de 1904 en Lieja, Bélgica, mientras una de sus hermanas decide encender una luz a los pies de la imagen del Corazón Inamculado de María, ubicada en la capilla del convento, suplicándole que le concediera a su hermana un poco de alivio.

Gaudium Press / Sonia Trujillo

 

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