Puerto Alegre (Martes, 20-07-2010, Gaudium Press) En un período en que la Iglesia sufre ataques y persecuciones, para comprender mejor esta cuestión, Mons. Dadeus Grings, arzobispo de Puerto Alegre, estado de Río Grande del Sur, Brasil, aborda en su reciente artículo el tema «Nuestra Iglesia Santa y Pecadora». Según él, para tener un mejor entendimiento en relación a estos ataques, es necesario tener en mente cuatro aspectos: primero, la Iglesia es nuestra; segundo, se reúne de todos los pueblos; tercero, es divina; y, cuarto, es humana.
Mons. Dadeus Grings |
La Iglesia es nuestra, según el arzobispo, porque por la fe y el bautismo estamos integrados a ella, nos sentimos felices de pertenecerle, y porque tiene una vitalidad que circula en sus «venas», que es la gracia del Espíritu Santo. Él recuerda que, en el decir de San Pedro (1 Pe 2,9) somos «gente escogida, el sacerdocio regio, la nación santa, el pueblo que Él adquirió para proclamar los grandes hechos de aquel que nos llamó de las tinieblas a la luz maravillosa».
«Nosotros amamos nuestra Iglesia y nos empeñamos para que sea toda santa: por la evangelización, las celebraciones, las reuniones pastorales. Tenemos muchos hermanos, esparcidos por el mundo entero, que diariamente se van multiplicando. Nuestro patrimonio artístico que retrata nuestra vida de fe, tanto de los antepasados como de nuestros contemporáneos, nos ennoblece y es admirable», resalta.
El prelado además resalta que hablamos de la Iglesia no como una asociación humana, pues no fuimos solo reunidos de todos los pueblos, sino también constituidos de un cuerpo, del cual somos miembros vivos y co-responsables. Para Mons. Dadeus, la Iglesia se caracteriza e identifica por cuatro notas: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. «Integra los artículos de nuestra fe. Rezamos: Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica», dice.
En tercer lugar, el arzobispo afirma que tenemos garantía de que esta nuestra Iglesia es divina, pues ella no solo fue fundada por el Hijo de Dios, hecho hombre, sino también es animada por el Espíritu Santo. «Cristo es su Cabeza y el Espíritu Santo el alma. Actúa, pues, por la fuerza sacramental, o sea, es el propio Cristo que, por los sacramentos, actúa por ella, como el gran Sacramento, que proporciona salvación al género humano», explica.
Y, por último, Mons. Dadeus resalta que la Iglesia es humana. Pues, según él, no acoge perfectos, sino hombres pecadores, que quiere conducir a la salvación y la plenitud de la vida. Por eso el Concilio Vaticano II garantiza que ella es, al mismo tiempo, santa y pecadora. Santa porque es vitalizada por la gracia de Dios, y pecadora porque acoge seres humanos frágiles, que necesitan pedir diariamente perdón, tanto a Dios como al prójimo. «Tiene, pues, la marca de la humildad y la caridad. Cristo da la norma para la oración al Padre: Perdonad así como nosotros perdonamos».
San Pablo decía que es necesario que existan herejías para purificar la fe. Mons. Dadeus cree que la Iglesia pasa por persecuciones para santificar a los fieles. Él recuerda que, Orígenes, ya en su tiempo, advertía acerca de las dificultades por las cuales la Iglesia pasaría si no hubiese persecuciones. El arzobispo explica que la autenticidad de la Iglesia se testifica a lo largo de dos milenios, exactamente por las persecuciones. Muchos dieron su vida para garantizar la autenticidad de la fe. Algunos llegaron a naufragar, tanto por los escándalos internos como por las amenazas externas.
«En verdad, sin embargo, a pesar de todo, el Espíritu Santo continúa asistiendo a su Iglesia y garantizando autenticidad, depurándola de los maleficios. El ideal está claro: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, lo que corresponde a sed misericordiosos porque Dios es misericordioso. La esencia de la vida cristiana es el amor. Si alguien no ama no puede ser considerado católico practicante, ni conoce a Dios, que es amor», concluye.
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