domingo, 24 de noviembre de 2024
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Pasiones: ¿Enemigas o aliadas del hombre?

Bogotá (Martes, 27-07-2010, Gaudium Press) «Las pasiones son actos, movimientos del apetito sensitivo» recuerda el docto P. Teófilo Urdanoz O.P., en la Introducción a la cuestión 59 de la Suma Teológica (B.A.C., 1954) sobre la relación de las virtudes morales con las pasiones, en el Tratado de los Hábitos y Virtudes. Son ellas como ‘impulsos’ que surgen en el hombre, de amor o desamor hacia un objeto determinado, y que tienen base en su condición fisiológica, que es donde radica el apetito sensitivo. Los ángeles, carentes de cuerpo, no tienen esta inclinación sensible, sino sólo el apetito racional o voluntad, y por tanto carecen de pasiones.

Las pasiones, «en sí mismas no son ni buenas ni malas», continúa el dominico. Entretanto, como los objetos o fines de las pasiones siempre caen bajo la regla de la razón (que establece si se está o no en el camino del beneficio integral del hombre), y como además -cuando efectivas- ellas no escapan del control de la voluntad, en la práctica son siempre ‘buenas’ o ‘malas’.

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Santo Tomás de Aquino – Iglesia Ntra. Sra. del Rosario

Foto: Luis M. Varela

¿El desamor es bueno o es malo? Simplificando un tanto la cuestión, diremos que es bueno si se dirige a un objeto malo y es malo si se dirige a un objeto bueno. Es bueno si se dirige al vicio, a la injusticia, a la mentira (Incluso, según buena parte de los espiritualistas, el inicio de cualquier camino de conversión inicia por la manifestación, creciente en fuerza -y mejor si consciente- de un desamor, de un desafecto, de un rechazo hacia el defecto o vicio que se quiere extirpar). Por el contrario, si el desamor se dirige -por ejemplo- al ejercicio recto de la autoridad de alguien constituido en legitimidad, ese desamor es evidentemente malo. Es en este último sentido que se usa de forma peyorativa el término ‘pasiones’, cuando se execra de ellas en tratados de vida espiritual.

Entretanto, el aspecto positivo de las pasiones es a veces poco puesto en foco, no obstante siendo que él encuentra su fundamento en Aristóteles y Santo Tomás. Fuertes pasiones, son fuertes ‘motores’: ellas pueden llevarnos al cielo o al abismo. «Las pasiones no son malas sino cuando son perturbadoras y contrarias al orden de la razón; las pasiones moderadas y sometidas a la razón son buenas. Por lo tanto, pueden darse en el [hombre] virtuoso, por lo que la vida virtuosa, aun la más perfecta, no excluye las pasiones, sino las inmoderadas. La virtud no es impasibilidad y apatía, sino humanización y moralización de los afectos, no dejándose conmover y arrastrar por ellas ‘en lo que no conviene y cuando no conviene, etc.’ «, expresa el Padre Urdanoz.

«Pasiones moderadas»: He ahí la expresión clave. Pasiones moderadas no significa pasiones débiles o flojas. Según explica el teólogo dominico replicando al Aquinate, no sólo la pasión se debe dirigir hacia un buen fin, sino que «debe partir su impulso de la razón, debe estar ordenado y movido por la razón». «Es decir, deben dirigirse al bien y de modo debido, o con subordinación a la razón. Por lo tanto, si procede por sólo impulso del apetito sensible, aunque sea de objeto bueno, lleva algo de desorden, por no producirse de un modo moderado y racional», continúa explicando.
Poco para añadir a explicación tan clara: Lejos de una fuerza loca y sin control, la pasión del virtuoso -fuerte o débil- debe estar bajo el control de la razón, debe ser ‘moderada’ por el entendimiento. El apetito sensible puede iniciar su impulso, pero la razón prontamente debe asumir el comando.

Es más, la pasión en su perfección mayor, es aquella ‘consecuente’, es decir, la que es suscitada por la recta razón. El entendimiento iluminado por la fe señala el objetivo a alcanzar y a su vez ocasiona la ‘vibración’ afectiva que termina finalmente movilizando toda la psicología humana, pues la pasión comúnmente arrastra al hombre por entero. Al contrario, las ‘antecedentes’, que son en el decir de Santo Tomás las que ‘previenen el juicio de la razón’, «llevan en sí algo de desordenado, ya que son tumultuosas y perturbadoras, y disminuyen el acto voluntario. Si son respecto del mal, constituyen el acto vicioso o pecado completo cuando dominan la razón y arrastran la voluntad al consentimiento».

«Las afecciones sensibles nunca deben adelantarse a la razón, y la virtud perfecta irá gradualmente produciendo la plena sumisión de los movimientos pasionales al control superior y vigilancia de la razón», expresa el P. Urdanoz: Todo un programa de vida. Casi diríamos, el programa de vida.

Repetimos, entretanto, que ésta sumisión de las pasiones no es sinónimo de debilitamiento. La dirección de la voluntad guiada por la razón sobre las pasiones, indicará que algunas deben ser tenues, otras medias, y otras fuertes. Las fuertes tienen cabida también. Muy claro lo afirma Santo Tomás en De Veritate, que Jesucristo pudo ser conmovido por vehemente ira o inmensa tristeza, pues estas pasiones, aun produciendo fuerte alteración psicosomática, no contradecirían la virtud ‘si la voluntad las ha escogido’. (q.26, a.7.8)

Sobre todo un fuerte amor al bien propio, a la excelencia del alma, al bien del prójimo, a todo lo bueno, a los nobles ideales, es el impulso sin el cual, según el parecer de muchos, no se vence en la lucha de esta vida.

«Ninguna de las grandes empresas humanas se ha hecho sin grandes recurso de sensibilidad, de energía pasional.»

Por Saúl Castiblanco

 

 

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