Redacción (Miércoles, 28-07-2010, Gaudium Press) ¿Quién diría que la dulce Francia del encanto, la etiqueta y los vinos emergería del fondo de los mares, dos siglos después de la Revolución Francesa? Pero no fue esta vez la Francia de los reyes y reinas, los palacios y fiestas brillantes, las marquesas vestidas de porcelana y los nobles señores con bellos trajes que resurgieron. Fue la Francia de los vinos.
Foto: Oskay |
Se trata del descubrimiento del champagne más antiguo del mundo que algunos buzos encontraron a 55 metros de profundidad, en las proximidades del archipiélago de Aaaland, situado a medio camino entre Suecia y Finlandia.
En el sótano de un barco naufragado, los buzos encontraron cerca de 30 botellas valoradas cada una en 68 mil dólares, o según algunos tal vez hasta millones de dólares, caso se compruebe que sean vinos enviados por Luis XVI a la corte imperial rusa en 1780. Para esto los exploradores deben averiguar el nombre del navío, aunque la escasa visibilidad de apenas un metro dificulte la confirmación.
Terrible para los buzos, óptimo para los vinos: Los champagnes pasaron más de dos siglos en condiciones de conservación excelentes: ausencia de luz y frío constante. El descubrimiento del espumante bicentenario fue hecho el 6 de julio pasado.
Afortunados enólogos ya comprobaron la calidad estupenda del precioso líquido. Por las características del corcho, los especialistas conjeturan que verdaderamente estos champagnes son de la época de Luis XVI y María Antonieta. La vinícola estimada de origen inició su producción en 1772, y las primeras cosechas fermentadas salieron en 1782; no puede ser posterior a 1789, pues la Revolución Francesa impidió su producción.
Foto: Waldo Jacquith |
Este deleitoso hecho nos impulsa a querer compartir con el lector un pensamiento. La alegría que este descubrimiento produce en el espíritu de muchos hombres, no se reduce al mero sabor del champagne sumergido hace 200 años, sino a lo que este líquido precioso evoca en el espíritu de nuestros inteligentes contemporáneos que saben apreciar las luces, bellezas, encantos, artes y talentos del Antiguo Régimen Francés. Época en la cual, de hecho, el refinamiento y la cultura francesa alcanzaron su apogeo.
El espumante que se sumergió de los mares del norte, ahora descubierto, ha avivado en algunos espíritus las dulzuras del ‘Ancien Régime’, época que yace aún sumergida en la fría oscuridad del desconocimiento de muchos, o de la visión tuerta y estereotipada de la Historia. Y es que en nombre de «la libertad, la igualdad y la fraternidad», no solamente la producción de sabrosos vinos cesó, sino también -en muchos hombres- el dulce aroma de la Francia de María Antonieta, del encanto, el buen trato y la Fe.
¿Ideal de un mundo irreal e imaginario? ¿Vino sumergido definitivamente por las olas de la Historia? No para aquellos que unidos al Vicario de Cristo en la tierra creen con toda el alma en Su Evangelio y en el triunfo del Inmaculado Corazón de María.
Es que hay un ‘champagne’ al mismo tiempo el más nuevo y más antiguo del mundo. Creado antes de los tiempos, comprado por la preciosísima sangre de Cristo y a disposición de todos para beneficio del mundo entero. Con todo, el vino del Evangelio que la Iglesia ofrece, tiene mucho más valor que el champagne de Luis XVI. Este vino de valor infinito es la propia sangre de Cristo, ofrecida bajo las especies eucarísticas en la Sagrada Comunión. Este es el vino más precioso dado al mundo.
Por Michel Six
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