jueves, 25 de abril de 2024
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La equitación de alta escuela

Bogotá (Viernes, 06-08-2010, Gaudium Press) La equitación de alta escuela es una práctica de caballería tan de nuestra cultura y civilización occidental, que desde haber sido incluida en las competiciones de las olimpiadas deportivas mundiales, ha demostrado que el arte ecuestre llegó a su propio apogeo de la mano de una escala de valores más próximos a la virtud cristiana que a cualquier otra filosofía de la vida. Observaba alguna vez el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira que el caballo en la cristiandad se convirtió en el pedestal natural del hombre, y es el único animal que le ha prestado el nombre de su especie para enaltecerlo: caballero.

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Foto: TBSteve

Razas de caballos hay cientos y están esparcidas por toda la tierra. Pero solamente entre el siglo IX y el XIV, y no en cualquier lugar del planeta, un conjunto de pueblos a la luz de un vitral multicolor de alguna catedral gótica, consiguió entender que este animal no estaba solamente para guerra, carga, tiro o silla.

Si por equitación se entiende, mantener con precisión el control sobre un caballo, manejándole sus movimientos naturales y obligarlo hacer otros de iniciativa del jinete, es fácil comprender ahora por qué los más exponenciales países de la cristiandad se han llevado siempre las medallas de las olimpiadas ecuestres mundiales.

La equitación, como la esgrima, se volvió arte al contacto con una doctrina que propone la fe y la razón como las dos alas con las que vuela el pensamiento y se equilibra la sensibilidad. Nada que ver con la manera y estilo de manejar armas y caballos en el oriente.

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Foto: Aurélio Vinícius

Española de Viena, Cadre Noir de Samur, Portuguesa de Marialva, Francesa de Versalles, La Real Andaluza de Domecq, son apenas una muestra de la variedad de alta escuela ecuestre sin citar otras tantas de América e incluso Australia. Mediando una inteligente observación de las cualidades de los animales -tal como lo hicieran los monjes que descubrieron las nobles facultades equinas de los Lipizzanos- hombres y mujeres de la doma y el adiestramiento han ido puliendo un ejemplar de fina estampa, masa muscular armónica y sobre todo de una empatía total con el jinete de manera tal que un leve sonido vocal, un suave apretón de rodilla o talón, a veces el castigo de la espuela en los ijares o la propia fusta, un ligero movimiento en la bridas o una palmadita cariñosa, es apenas suficiente para que el caballo entienda perfectamente lo que se le pide… incluso torear con riesgo y elegancia, como sucede en el rejoneo.

Por Antonio Borda

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