Washington (Viernes, 27-08-2010, Gaudium Press) Esta semana, por medio de una declaración hecha pública por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), el Presidente del Comité de Actividades Pro-Vida del Episcopado estadounidense, el Cardenal Daniel DiNardo, de Galveston-Houston, acogió con beneplácito la decisión de la corte federal de detener la financiación, por parte del gobierno de Barack Obama, de investigaciones con células madre que proceden de embriones.
«El mandato judicial preliminar en contra de la financiación de investigaciones científicas sobre células madre de embriones humanos (…) es una gran victoria para el sentido común y una ética médica sólida», señaló el purpurado en la declaración, y añadió que esta decisión «reivindica la lectura del lenguaje estatutario del Congreso sobre investigación de embriones que la USCCB ha defendido por más de una década».
El Cardenal DiNardo recordó, también, que desde 1996, y cada año, el Congreso ha aprobado la Enmienda Dickey que prohibió al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HSS, por sus siglas en inglés), utilizar fondos para la investigaciones en las que se destruyen embriones humanos. Esta enmienda fue firmada por el ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton.
Sin embargo, continuó el prelado repitiendo palabras que los Obispos expresaron ante el Congreso en 1999 -año en el cual, y por medio de un memorándum legal delegado por la administración Clinton, se distorsionó la ley, como comentó el Cardenal DiNardo- , «una mera distinción técnica en libros de contabilidad entre fondos usados para destruir el embrión y fondos utilizados para trabajar con las células resultantes no es suficiente para cumplir la ley».
Sobre este tema, el Presidente de Actividades Pro-Vida de la USCCB también recordó que en el reciente debate sobre la reforma a la salud los obispos de los Estados Unidos «señalamos que una orden ejecutiva por sí misma no puede cambiar el significado de una ley aprobada por el Congreso», y agregó que «la tarea de todo buen gobierno es usar su poder de financiación para dirigir recursos allá donde mejor se sirve y respeta la vida humana, no buscando nuevas maneras de evadir esta responsabilidad».
Finalizando la declaración, el Cardenal DiNardo, también hizo un llamado al gobierno de su país: «Espero que esta decisión de la corte aliente a nuestro gobierno a renovar y expandir su compromiso con otras vías de investigación de células madre que sí son éticamente aceptables».
Lo que dice la Iglesia sobre el uso de células madre
El Magisterio de la Iglesia, en repetidas ocasiones, ha intervenido para aclarar y solucionar problemas morales en torno al tema de la dignidad de la persona humana, de manera especial, en relación con el uso de células madre de embriones.
La Congregación para la Doctrina de la Fe -en la Instrucción «Dignitas Personae», sobre algunas cuestiones de bioética, firmada por el Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación, el 8 de septiembre del 2008 -, explicó: «En lo que atañe a los métodos usados para la recolección de células troncales -células madre-, éstos deben considerarse en relación a su origen. Se deben considerar lícitos los métodos que no procuran grave daño al sujeto del que se extraen. Esta condición se verifica generalmente en el caso de: a) extracción de células de tejidos de un organismo adulto; b) de la sangre del cordón umbilical en el momento del parto; c) de los tejidos de fetos muertos de muerte natural. Por el contrario, la extracción de células troncales del embrión humano viviente causa inevitablemente su destrucción, resultando por consiguiente gravemente ilícita».
La instrucción continúa señalando que, en este caso «la investigación, prescindiendo de los resultados de utilidad terapéutica, no se pone verdaderamente al servicio de la humanidad, pues implica la supresión de vidas humanas que tienen igual dignidad que los demás individuos humanos y que los investigadores. La historia misma ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa ciencia, no sólo porque está privada de la luz de Dios, sino también porque está privada de humanidad».
Gaudium Press / Sonia Trujillo
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