Santiago (Martes, 31-08-2010, Gaudium Press) Por medio de una emotiva eucaristía realizada el pasado sábado 28 en la Catedral Metropolitana, el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, ordenó sacerdote al diácono Francisco Javier Romo Cañete. La Santa Misa fue concelebrada por el Rector de Seminario Pontificio Mayor de Santiago, monseñor Fernando Ramos; el Deán de la Catedral, monseñor Juan Suárez; y un centenar de sacerdotes y diáconos de la arquidiócesis. Además estuvieron presentes familiares, amigos y la comunidad parroquial del nuevo presbítero.
Al iniciar la misa, el Cardenal Errázuriz destacó que «esta ordenación ocurre en un tiempo de gracia marcado por el Bicentenario de nuestra patria, tiempo en que la comunidad de los discípulos quiere contribuir con un renovado esfuerzo por acrecentar la fraternidad, buscando que Chile sea ‘una mesa para todos'».
Necesidad de santos sacerdotes
En su homilía, el purpurado manifestó que el sacerdote debe reconocerse débil y como tal, inmensamente necesitado de Dios. Sólo así, continuó, el servicio sacerdotal adquiere plenitud de sentido y eficacia, transformándose en un verdadero camino de santidad y entrega abnegada al servicio de los hermanos.
«La Iglesia necesita sacerdotes santos, testigos convencidos de Jesucristo. Para el clero diocesano esa santidad pasa por la caridad pastoral, por la entrega generosa y abnegada al servicio de todos los hermanos, especialmente de los más pobres y afligidos (…) con los que están solos y abandonados, con los enfermos y menesterosos, con los tristes y abatidos», dijo.
Mensajeros de esperanza para la vida del mundo
Más adelante el Pastor de Santiago se refirió al momento que atraviesa la Iglesia diocesana y recordó cuál debe ser la actitud del sacerdote ante las dificultades. «La vida de la Iglesia en Santiago atraviesa momentos difíciles, ante los cuales muchos hermanos nuestros y nosotros mismos podemos vernos desesperanzados y tristes; y no pocos desconcertados. En esta difícil coyuntura, no podemos olvidar que nosotros, los sacerdotes, somos hombres que movidos por la fe hemos respondido al llamado del mismo Dios, dándole un sí al Señor que nos convocó, dándonos una vocación que nos llena de alegría, porque nos llamó para regalarnos su amistad y colaborar con Él, siendo mensajeros de esperanza para la vida del mundo», indicó.
Y agregó: «Queridos hermanos sacerdotes, estamos comprometidos con la verdad, con la justicia, con el respeto irrestricto a las personas y a la libertad de conciencia, y con el apoyo y la protección a los más débiles. Nuestra fidelidad a Jesucristo en la Iglesia nos impulsa a vivir este compromiso con el heroísmo y la alegría de la caridad, siendo hombres de paz y de bien».
La familia: fuente de vocación
Culminada la homilía, el Arzobispo de Santiago tomó las promesas sacerdotales de Francisco Romo, le impuso las manos y le confirió el Orden Sacerdotal, tras lo cual los padres del nuevo presbítero le ayudaron a revestirse con la estola y la casulla. Luego, el Cardenal le ungió las manos y le entregó el cáliz y la patena para la celebración de la Eucaristía.
En diálogo con la oficina de prensa del arzobispado, el nuevo sacerdote declaró que su vocación se originó «en la vida familiar» donde fue conociendo poco a poco al Señor. «Ellos me fueron ayudando con su oración y testimonio, para conocer a un Dios sencillo, que me llamaba por mi nombre. Recibo un regalo para darlo a los demás, para servir. Es un momento lleno de felicidad ver cómo el Señor me fue llamando desde pequeño», dijo.
Gaudium Press / Igor Roco
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