San Pablo (Jueves, 02-09-2010, Gaudium Press) Voz pausada, gestos diplomáticos y una agilidad manifiesta. En visita a la sede de Gaudium Press en San Pablo, Mons. Giovanni D’Ercole hizo gala de un modo de ser condicente a los altos y exigentes cargos que ejerció en la Iglesia Católica.
Mons. Giovanni tiene un vasto repertorio de servicios prestados a la Santa Sede y a los últimos dos papas. Pero especial cariño el prelado nutre por Juan Pablo II. Amigo cercano del papa polaco, fue en el pontificado de él que ejerció algunos de sus más importantes cargos en la Santa Sede: vice-director de la Sala de Prensa y capo ufficio de la Secretaría de Estado del Vaticano.
Mons. Giovanni D’Ercole |
Mons. Giovanni trabajó con Juan Pablo II de 1987 hasta su fallecimiento, en el 2005. En los primeros años, de 1987 a 1989, fue vice-director de la Sala de Prensa y fue por una invitación personal del Papa que pasó a la Secretaría de Estado. «Fue por ocasión del mensaje de Navidad del año 1989, el día 21 de diciembre… El Papa me dijo: ‘Ahora tú vienes a trabajar aquí, cerca de mí'», recuerda.
No es de extrañar: Mons. Giovanni dice que siempre vio en Juan Pablo II un maestro y un padre. Preguntado sobre los momentos más felices que vivió junto a él, el prelado no duda en responder que fueron varios, pero «sobretodo el Día Mundial de la Juventud en el Jubileo del 2000», cuando él ya comenzaba a estar enfermo, «porque con los jóvenes estaba siempre entusiasmado y feliz».
El hoy obispo auxiliar de Aquila confiesa que el Papa Wojytila siempre le fue un modelo, porque siempre vio a Juan Pablo II como una persona corajuda y dedicada íntegramente a la defensa del Evangelio y a los otros, y es precisamente este amor innato por las personas que cita como una de las principales características del fallecido pontífice. «Me siento muy ligado a él también por causa de su modo muy familiar de tratarnos a todos», agrega.
Por todo esto, los días más difíciles pasados en el pontificado de Juan Pablo II para Mons. Giovanni fueron, de hecho, aquellos vividos en el agravamiento del mal de Parkinson que llevaron, finalmente, al fallecimiento del Santo Padre. «La enfermedad fue vivida con gran sufrimiento de su parte y de la nuestra, que acompañábamos todo de cerca», dice el religioso, destacando que siempre lleva algo de Juan Pablo II junto a sí.
Se trata de un regalo. Mons. Giovanni cuenta que, al final de un almuerzo con sus oficiales de la Secretaría de Estado, Juan Pablo II quiso obsequiar a algunos de ellos. Así, dio a Mons. Giovanni un crucifijo de plata, para ser usado en el pecho. La cadena, entretanto, Juan Pablo II dijo que guardaría consigo. Años más tarde, cuando fue nombrado obispo, ya en 2009, Mons. Giovanni fue al almacén papal y encontró la cadenita.
Lleva el crucifijo todo el día en el pecho, con mucho afecto a su «maestro».
Aquila
También en el pontificado del sucesor de Juan Pablo II, Mons. Giovanni viene teniendo papeles-clave. Obispo auxiliar de Aquila desde el año pasado, él explica que fue enviado a la ciudad por el Papa Benedicto XVI con un trabajo específico de ayudar en la reconstrucción de la ciudad, devastada por el terremoto de la Pascua de 2009. Y no solo reconstrucción física, sino moral, humana, religiosa.
«Estuve por primera vez en Aquila inmediatamente después del terremoto, enviado por el secretario de Estado, el Cardenal Bertone, a fin de conocer con el arzobispo local las necesidades más inmediatas de la diócesis. Después, retorné con el secretario de Estado para los funerales en la ciudad.
El 20 de diciembre, fue a la ciudad ya como obispo auxiliar – «lo que yo no esperaba». Nombrado por Benedicto XVI el día 14 de noviembre, fue ordenado obispo el día 12 de diciembre, en la Basílica de San Pedro.
Desde entonces trabaja por esta causa, que, reconoce, no es fácil. «Las personas están heridas en el corazón. Las personas perdieron todo. La casa, los parientes, el trabajo, todo lo que tenían. Mi trabajo es de apoyo, dar esperanza a estas personas, comenzando por los sacerdotes, que también perdieron todo».
Mons. Giovanni afirma que ha sido un período muy difícil, y dice que pasó por muchos momentos de tristeza, los cuales, entretanto, lo estimularon a dar «todo de sí» y seguir adelante, ya que sabe que precisa dar consuelo espiritual a las personas.
«Con amor se manifiesta el amor de Dios. Hay eventos en los cuales es difícil de entender su voluntad. Pero solamente compartiendo, estando al lado, el amor, es que se torna un lenguaje visible de Dios que no nos abandona nunca, sobretodo en un momento de dificultad, como después del terremoto».
Analizando su nombramiento para el cargo, el prelado no deja de ver una feliz coincidencia con su profesión de fe: en 1909, después del terremoto ocurrido en la ciudad de Messina, el Papa Pío X envió a Mons. Orione para ayudar al obispo local como vicario general. Cien años después, el Papa Benedicto XVI manda un hijo de Mons. Orione, como obispo, para ayudarlo. Mons. Giovanni es, precisamente, un religioso orionista.
«Muchos me preguntan sobre la fe de las personas allí. Bien, muchos la perdieron. Otros la mantuvieron y la reforzaron. Muchos se preguntan porqué ocurrió aquello, porqué Dios permitió, especialmente los jóvenes. A esta pregunta no basta solo una respuesta superficial, sino una escucha profunda, que humanamente no es posible. La fe es un modo de compartir este sufrimiento, en silencio», concluye.
Gaudium Press / Pedro Ozores
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