Marchas

Redacción (Jueves, 07-10-2010, Gaudium Press) Marchas. Marchas militares, marchas nupciales, marchas fúnebres, litúrgicas, procesionales e incluso circenses. Marchas que acompañan los desfiles. Desfiles de honor, dolor, conmemoración o diversión.

Foto: H. M. Cotterill

Acompañadas con profusión de instrumentos musicales de aire, viento o percusión, ni la Roma Imperial en su mayor apogeo, consiguió expresar de modo tan patético distintos sentimientos del alma humana: la victoria, la derrota de la muerte, la alegría, la esperanza, el homenaje. Y con cada marcha, su partitura primorosamente escrita, de manera que sus pautas se respeten pero dando libertad total a la intensidad emotiva del director de orquesta y del intérprete.

No existe país del mundo hoy día, que en sus desfiles militares no adorne musicalmente el paso y la cadencia con una marcha militar nacida de la inspiración cristiana: desde el lejano oriente hasta América toda, en todos los puntos cardinales de la tierra, se tocan marchas con instrumentos musicales tan hijos de Occidente como las catedrales.

Pero la marcha militar por excelencia, la marcha símbolo que acoge sentimientos de grandeza y martirio, hoy tocada por casi todas las bandas instrumentales de guerra en cualquier ejército nacional, es Radetzky de Strauss. Hasta el ejército Chino la interpreta como el más acabado símbolo de la marcialidad y la disciplina.

¿Qué fue lo que inspiró en un músico del siglo XIX describir en notas musicales la leyenda inmarcesible del Conde Mariscal de campo Joseph Radetzky Von Radetz? Seguramente no fue el relato de sus hazañas guerreras que corría de boca en boca por los cafés de Viena. Ni la fama y el prestigio entre sus colegas y camaradas militares. Tampoco pesó mucho en ello el alto reconocimiento de su Emperador como uno de su mejores y más brillantes soldados. Radetzky era un hijo refinado de la tradición militar austriaca pulida en muchos campos de batalla para defender el sacro imperio romano germánico, garante de los valores de la civilización cristiana.

Banda paquistaní – Foto: Travlr

Defensor de los Estados Pontificios, «nuestro padre Radetzky» como lo llamaban filialmente sus soldados, fue el hombre de la disciplina firme y paternal, de la táctica audaz pero serena, que tenía profundamente arraigada en su alma guerrera la certeza evangélica de que el alma de un hombre como la de un pueblo se le conoce sobre todo por sus frutos. Y esto fue lo que entendió Strauss -tan hijo de Occidente como el Mariscal de Campo, cuando le compuso su memorable marcha militar, tan contrariamente armónica con sus mundanales valses de salón.

Por Antonio Borda